Córdoba, 27 de marzo de 2015
Con el mayor
esmero, con todo el cariño, con toda la vocación por una actividad que enamora,
se celebra en estos días el 12º Festival de Cine Africano de Córdoba (FCAT),
que hasta el año 2011, inclusive, lo fue de Tarifa. Considerado como la segunda
cita más importante para el cine africano, detrás del Festival
Panafricain du Cinéma et de la Télévision de Ouagadougou, Burkina Faso,
(FESPACO), considerado como los Oscars
africanos, El FCAT casi pasa desapercibido en Córdoba y la asistencia a las
salas apenas llega al 50% de su capacidad , quizá porque se trata de un
certamen sin alfombra roja, muy alejado de las hipérboles bermellonas que
caracterizan a otros eventos concebidos para mayor gloria de aprendices de
actor que triunfan en las teleseries de moda. Lo de Córdoba se desarrolla casi
como un acto de fe entre iniciados, pero si quieres ver cine que se acine, hay
que veni aquí, y si quieres ver cine que sea solidario hay que asistir a este
Festival de Cine Africano.
La edición de 2015 se compone de las
siguientes secciones :
-
Hipermetropía.
-
En
breve.
-
Afroscope.
-
Relatos
del pasado.
-
Homenaje
a Emil Abossolo-Mbo.
-
Diáspora
africana en América Latina.
- Una
sesión especial para el documental Congo,
un médicin pour sauver les femmes (2014), de Angèle Diabang, dedicado al
doctor, activista, ginecólogo y cirujano Denis Mukwege que fundó hace unos
quince años el Hospital Moderno de Panzi, en el Kivu del Sur, Congo, dedicado
al cuidado de las mujeres víctimas de abusos sexuales (tomo la información de
la sinopsis oficial de la película).
-
Actividades
paralelas.
De ellas, las dos primeras forman
parte de la Sección Oficial a concurso.
Hay que añadir la iniciativa “Cinenómada”,
que desde 2006 realiza una labor difusoria de las cinematografías africanas,
mediante Muestras, ciclos o proyecciones organizadas por entidades públicas o
privadas en España y América Latina. Además “Cinenómada” garantiza un flujo anual
de ingresos a los cineastas africanos y propone una herramienta cinematográfica
que aporta puntos de vista propios sobre las sociedades del continente. Tomado
todo ello de la información oficial facilitada por la organización del FCAT.
Pues, en la tarde de ayer, éstas
fueron las películas a las que asistí: el documental Angola: saudades de quem te ama (2006), de Richard Pakleppa, y los
largometrajes de ficción Abaabi ba bodaboda (2015), coproducción de Uganda, Sudáfrica, Kenia y Alemania, con la
dirección colectiva de un grupo de realizadores que se autodenomina Yes! That’s
Us, y Por aqui tudo bem (2011), de la
directora angoleña Pocas Pascoal, con la tuvimos la oportunidad de mantener un
coloquio al final de la proyección: si alguna vez ha tenido sentido aplaudir en
una sala de cine, eso ha sido en ocasiones como ésta.
Realicemos
un breve análisis de esas tres películas, que mantienen un denominador común:
el alto componente social, y es que el cine en África es así: la realidad es
tan brutal, que la mera supervivencia de las personas constituye el mayor de
los milagros. Es por eso que los cineastas de este continente se esfuerzan una
y otra vez por mostrar las llagas de un continente abandonado a su suerte
después de haber sido convertido en un estercolero. El cine africano es, por lo
tanto, un cine para mostrar la gangrena social de muchos millones de personas,
quizá no tanto en el norte de África, que se permite explorar en otras
posibilidades, pero asumido casi con unanimidad en la así llamada África
Subsahariana.
Pueden, eso sí, descubrirse
diferencias en el modo de afrontar esa denuncia y en este sentido, de las tres
películas que vi ayer, Angola: saudades
de quem te ama es un documental rodado con medios técnicos muy básicos, que
narra la situación del país pocos años después de finalizar una guerra civil
que duró casi tres décadas, lo cual es retorcer la atrocidad hasta límites de
vértigo, puesto que si ya de por sí una guerra civil es lo peor que le puede
suceder a un país, 28 años de pelear compatriotas contra compatriotas es un horror
mucho más allá del genocidio. Digamos, sencillamente, que es el conflicto
armado más largo de África, un país que, lamentablemente, no se caracteriza por
sus vivencias pacíficas, al menos desde el paso del hombre blanco.
Recordemos que, tras doce años de
guerra contra la potencia colonizadora, Angola consiguió su independencia en
1975 y que ese mismo año se inició la guerra civil entre UNITA, una facción
auspiciada por Portugal, que no se renunciaba a recuperar Angola, y el bloque occidental,
en general, y el MPLA, que era la facción sostenida por el bloque comunista, al
que se unió Fidel Castro, que probablemente pasaba por ahí. Y como decíamos más
arriba, todo acabó tras casi treinta años, siendo así que el documental de
Pakleppa se sitúa pocos años después del final de la guerra y muestra la
realidad más descarnada de jóvenes con las piernas amputadas por las minas,
campos que no se pueden cultivar por el mismo motivo y pobreza extrema, cuando
se trata Angola de uno de los países con más recursos del mundo, dado que
dispone de petróleo (una producción de un millón de barriles diarios en el
momento del rodaje, es decir, 2006, probablemente cuatro veces más en estos
momentos) y diamantes, entre otras muchas opciones.
Ha querido, con todo, el director
ofrecer un rayito de esperanza, pues nos muestra una Luanda que poco a poco
quiere salir del infierno, con algunos coqueteos a la frivolidad de la moda,
como signo de la normalización de la situación, por ejemplo. También se comenta en este documental el protagonismo de China en la reconstrucción de Angola, algo que se extiende con regularidad por otros países africanos. Destacar por
último el acompañamiento musical de Paulo Flores, entre otros.
En cuando a Abbabi ba boda boda, que puede traducirse como Los ladrones de motocicletas, y que su vínculo con el filme de
Vittorio de Sica, Ladrones de bicicletas
(1948) es evidente, nos sitúa ante la marginación social de los jóvenes en
Kampala, capital de Uganda, una ciudad donde el tráfico rodado es
impracticable, por lo espeso, salvo que se haga en motocicleta, de ahí que este
objeto se convierta en um importante objeto de deseo. De todos modos, utilizar
el concepto de marginación juvenil para un país ya de por sí bastante marginal,
donde la herencia inglesa se puede resumir en el amor al alcohol y las casas de
apuestas deportivas, es un plus de degradación.
Como he comentado, la relación
con el largometraje de De Sica es obvio, pero con una diferencia esencial: en
la película del italiano la inquietud consiste en conseguir una bici para
lograr un trabajo, mientras que la africana, la cuestión radica en mantener la
motocicleta de que ya se dispone. Sí que coinciden plenamente en que los
protagonistas de ambas producciones no eran actores profesionales, hasta el
punto que en la ambientada en Uganda, el protagonista está ahora mismo en la
cárcel, porque su vida de hampón residual en el filme se corresponde a su vida
real.
Por fin, Por aqui
tudo bem nos muestra el otro lado de la masacre angoleña: el de los
adolescentes que emigraron a Lisboa para evitar el ingreso en las fuerzas
armadas, pero que no fueron acogidos con especial ternura por los habitantes de
la exmetrópoli: ya se ve que hubo ciertas cosas con las cuales no consiguieron
acabar los capitanes de la Revolución de los Claveles. De manera que, la
película de Pascoal desbroza el otro lado de la tragedia: el de la emigración
por la supervivencia física y la inadaptación a un medio hostil, hasta el punto
que los angoleños que quisieron ser aceptados en Europa tuvieron que pedir
asilo político en Francia y no en Portugal.
Ambientado en 1978 y autobiográfico hasta un cierto punto, pues
Pascoal también emigró a Lisboa en su adolescencia con una hermana, este
filme se centra en la relación entre las dos hermanas, su amor mutuo y
los sufrimientos comunes en una Lisboa, que nada tiene que ver con los
creativos vagabundeos de Pessoa. El conflicto de Angola queda como telón de
fondo, como referencia en las conversaciones de las hermanas, pero lo que esta
película muestra es una historia de supervivencia y amor fraternal.
Ni una sombra de odio en las escenas, las palabras y la mirada de Pocas Pascoal.
Y hasta ahí vi ayer. Ahora mismo, toda una tarde por delante para conocer África contada por los africanos en un Festival de Cine en cuya sencillez radica su grandeza.
Y hasta ahí vi ayer. Ahora mismo, toda una tarde por delante para conocer África contada por los africanos en un Festival de Cine en cuya sencillez radica su grandeza.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
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