miércoles, 25 de marzo de 2015

CINEMA INFERNO EN "PASOLINI"

http://www.filmaffinity.com/es/film145295.html 
            He de reconocer que la primera noticia que tuve de Pasolini fue, desgraciadamente, la de su muerte, cuyos ecos llegaron incluso a la España franquista, y creo recordar que no precisamente envueltos en un halo luctuoso de dolor y pena, sino más bien como diciendo: “¿Lo veis? Quien mal anda, mal acaba”. Eso sucedió en noviembre de 1975 y era yo por entonces lo que al día de hoy es un estudiante de 3º de ESO, pero la nebulosa que guardo de aquel hecho es la de que alguien muy famoso había sido asesinado. Un director del que no había visto ninguna película, como creo que tampoco había visto ninguna de sus grandes contemporáneos, Visconti y Fellini, por ejemplo.

                        

            A partir de entonces, el nombre de Pasolini se incorporó a las conversaciones de mi círculo de amigos, favorecido en gran medida por el misterio que rodeó y que sigue rodeando cuarenta años después tan brutal asesinato. En los primeros compases del socialismo, muy a primeros de los ochenta sí que llegaron a la pantalla del Cine-Club de Alcalá de Henares las películas del director, escritor y filósofo italiano. Recuerdo sobre todo Las mil y una noches (1974). Para entonces ya me había familiarizado un poco más con Visconti y con Fellini, por ejemplo.

             Lo que se está proyectando en estos días en los cines españoles es Pasolini (2014), de Abel Ferrara, con Willem Dafoe en el papel protagonista, un actor que parece transpirar celuloide y encontrarse cómodo con el cine europeo, pues ha trabajado con Lars von Trier en Manderley (2005) y Anticristo (2009). También se ha distinguido en el teatro.

             En cuanto a Abel Ferrara, su doble raíz familiar, italiana y americana, quizá haya influido en que la lengua básica de Pasolini sea el inglés, siendo así que las intervenciones en lengua italiana son sólo ocasionales, lo que me parece poco verosímil. Una cierta textura estadounidense me parece apreciar asimismo en la confección de esta película, que se plasma, por ejemplo, en la sucesión de escenas a una velocidad más rápida, sin llegar al ritmo frenético hollywoodiense, por supuesto, de las escenas, cuando en las películas europeas se sostienen los planos con mayor vocación. Triunfo del efectismo USA sobre la profundidad europea, etc.

            No estoy muy seguro de que Ferrara haya llegado a comprender a Pasolini, pero hemos de señalar, sin embargo, que un director cuya pasión fílmica se plasma en Teniente corrupto (1992), de manera particular, y en el conjunto de su filmografía, en general, ha perseguido en Pasolini una suerte de introspección con mayor presencia de las conversaciones o de escenas elocuentes de lo que en él es habitual de donde cabe intuir que su carrera apunta en otra dirección.

            Muy acertado me ha parecido, porque de esta manera se aúnan la vida y la obra del director objeto de la exégesis de Ferrara, la inclusión en el reparto de un ya sexagenario Ninetto Davoli, con quien contó Pasolini en varias de sus películas y muy concretamente en la Trilogía de la Vida: Las mil yuna noches, Los Cuentos de Canterbury (1972) y El Decamerón (1971). 


            De la misma manera que considero muy inspirado no hacer una biografía más o menos ficticia, más o menos documental, sobre la vida del realizador italiano. La película de Ferrara se inicia, de hecho, con la última entrevista concedida por Pasolini y no hace un flash-back, sino que continúa a partir de ahí y de la finalización del rodaje de la que sería su última película: Saló o los 120 días de Sodoma.



             Lo que ha interesado al director neoyorquino ha sido penetrar en el pensamiento de su colega asesinado y para ello utiliza un doble recurso: las propias palabras de Pasolini entrevistado y e imágenes de alguno de sus relatos adaptados parcialmente al cine en esta película. “Sabido es de todos que la narrativa ha muerto”, afirma Pasolini, “y lo que se cuenta aquí sólo sucede en mi mente”, continúa (cito de memoria): un par de frases que el escritor y director italiano pone en boca de uno de sus personajes y que Ferrara recrea al principio de su filme.

 
            De ese modo, lo que el espectador contempla en muchos minutos de este largometraje no son momentos de la vida de Pier Paolo, sino representaciones de sus ideas. Insisto en que gran parte de las escenas no son de la vida del director asesinado en Ostia, sino adaptaciones de sus relatos en la parte que a Ferrara ha parecido más interesante para comprender la filosofía de Pasolini, como, por ejemplo, que el Paraíso no existe. Palabras e imágenes de quien consideraba que “Escandalizar es un derecho. Dejarse escandalizar, un placer”.


            Otro puntal importante del pensamiento pasoliniano es el del vacío como plenitud. Es decir, él defendía la destrucción del actual stablishment, cuyos pilares fundamentales son la burguesía, la educación y las instituciones para que de esa “tabla rasa” quede el individuo en plena posesión de sí mismo. La educación nos aliena, las instituciones nos oprimen y la burguesía constituye la nueva monarquía, y por ello si en su mano estuviera lo destruiría para que “quede yo y quede mi vida” (una vez más cito de memoria).

              Es evidente que Pier Paolo Pasolini vivió en un momento en que la palabra “intelectual” todavía tenía un sentido y Ferrara ha realizado un meritorio esfuerzo de recreación fílmica de esa intelectualidad, a nivel individual y acerca del círculo social de Pasolini, pero cuando acaba la película el espectador que no está muy documentado sobre la muerte del director italiano siente que falta algo. Le sorprende que ahí acabe todo, no porque se pueda ir más allá del fallecimiento en una biografía, aunque se trata de una biografía que no es biografía: es más bien la sensación de que la complejidad y la intensidad del pensamiento pasoliniano ha quedado apenas esbozado.


             Nos quedamos, pues, con esa voluntad de acercamiento a una de las figuras esenciales de la cultura contemporánea: cine sobre cine sin la nostalgia de Cinema Paradiso (1998), de Giuseppe Tornatore, sino más bien como el Cinema Inferno de un creador tan singular como atormentado.

Francisco Javier Rodríguez Barranco

PD.- En esta reseña los fotogramas pertenecen a diferentes películas de Pasolini. 
 






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