domingo, 29 de diciembre de 2019

PRIMER QUINQUENIO DE EDICIONES AZIMUT



Que no tiene nada que ver con los planes quinquenales: lo menciono solo como referencia cronológica.

Ediciones Azimut nace un martes y 13 de enero de 2015 con cuatro colecciones estructuradas por temas y con un marcado perfil hedonista, pues elegí aquellos que más me agradan. A saber:
—“5 y acción” para el cine.
—“Kandis” para viajes.
—“Harén” para el erotismo.
—“Medusa”: añadí esta cuarta colección para no “pillarme los dedos” y dejar fuera algún libro que me gustara, pero no cupiera en las temáticas anteriores. No se trata de un cajón de sastre, sino de una puerta abierta.
A esas cuatro colecciones iniciales, gracias a la influencia de Enrique Gallud Jardiel, nieto del Jardiel Poncela, añadí:
—“Candelabro” para el humor, que, obviamente, también tiene una inspiración hedonista. Bastante hedonista, de hecho.
Al estar organizadas las colecciones por temas, en cada una de ellas cabía cualquier género que se ajustara a dicho tema. Sin embargo, es cierto que, aunque la poesía puede ser de viajes (y ahí tenemos la Odisea) o incluso de cine (y ahí tenemos la “Oración por Marilyn Monroe”, de Ernesto Cardenal) y, por supuesto, erótica o humorística, no quedaba un espacio claro para la lírica en las colecciones anteriores. Por eso nació la colección “Pozos Dulces”, un nombre en el que se aúnan varias circunstancias: se trata de una calle malagueña muy próxima a donde se halla mi humilde morada; se trata de una calle malagueña en la que poco a poco se van perdiendo por causa del desafuero turístico, pero todavía exhibe orgullosa versos sobre todo del 27; recuerda esa “dulce melancolía” de la que hablaba Víctor Hugo.

Dicho lo cual, vamos a recordar lo que ha sido el año 2019 en este sello:

SIETE SALAS:
Que realmente se publicó a finales de 2018, pero gran parte de su promoción ha tenido lugar durante el año que ahora se nos acaba.
Lola Clavero, Patricia Gabás, Eloísa Navas, Federico Quesada, Dolores Mª Pérez y un servidor de todos ustedes, Javier Rodríguez Barranco, por orden alfabético, son los autores que contempla la cartelera de este multicine con siete salas.
Ilustraciones interiores y exteriores de Daniela Miazzo. Fotografías interiores de Federico Quesada y quien les habla.
Sinopsis:
Según dice el Génesis, Dios en el séptimo descansó, pero a media tarde se aburría y por eso creó el cine para los domingos. No queremos ser irrespetuosos, pero sí destacar la trascendencia del séptimo arte en todo el mundo. Por eso, proponemos en este libro un multicine de siete salas, cuya cartelera se compone de cortometrajes, docuficción y relatos ambientados en el  contexto de la imagen en movimiento. Se ha procurado, en definitiva, trenzar las trayectorias creativas de dos manifestaciones artísticas, la literatura y el cine, que con tanta frecuencia se reclaman mutuamente.

LOS SERES TRANSPARENTES
Pocas imágenes reflejan mejor el espíritu de este poemario como el alambre del tapón de las botellas de champán, que normalmente despreciamos entre la facundia de las celebraciones, pero que puede ser muy creativo si cae en las manos adecuadas, como nos demuestra Víctor Frías Jiménez, autor del libro con sus sillas ingrávidas.
Fotografías de María José Colomera de la Fuente
Sinopsis:
Los seres transparentes habla de distintos personajes que pasan desapercibidos por nuestra vida; las mujeres que sustentan nuestra existencia, los rebeldes, los inadaptados, personas que son invisibles, transparentes, olvidadas, pero que conviven con nosotros y, aunque no queramos, dejan una huella imborrable.
Una descripción que se realiza conectando la poesía con la influencia de la narrativa, conectando cada poema, amplificando el significado individual de cada uno de los versos.

LA SOLEDAD DEL DIFERENTE
Primer texto enteramente teatral de Ediciones Azimut, bajo la autoría de Isabel Anaya Moreno, que nos enfrenta a una asignatura todavía pendiente en nuestras sociedades: la homosexualidad.
Sinopsis:
Dos ancianos homosexuales se reencuentran en un asilo donde esperan a  la Muerte. Obligados a compartir habitación, hacen balance de su infancia y juventud, vividas en el mismo pueblo, durante la posguerra española.
La madrugada de insomnio compartido obliga a los ancianos a mostrarse  el uno al otro sin máscaras, a corazón abierto. A través de sus diálogos, descubrimos dos personalidades antagónicas, dos formas opuestas de enfrentarse a la humillación y a la soledad del diferente.
En una atmósfera conflictiva, en la cual los ancianos se echan en cara sus miserias, con la crueldad que genera el sufrimiento en las personas reprimidas y frustradas, el Amor muestra toda su fuerza redentora, ilumina la oscuridad de unas vidas desperdiciadas.
Desde sus ochenta años, los ancianos comentan los grandes cambios producidos en la consideración social de la homosexualidad. Fantasean especulando sobre lo diferente que habrían sido sus juventudes en la España de hoy, donde ellos hubiesen tenido la posibilidad de casarse y adoptar hijos. Descubren experiencias y sentimientos semejantes, a pesar de sus profundas diferencias, que conectan sus almas con la ilusión de aprovechar los pocos años que les queda para vivir con autenticidad. Sin embargo, un giro inesperado lo trastoca todo.

AL SOL LE BROTAN RAMAS DE ALEGRÍA
Título que tomo de uno de los versos, concretamente de Rafael Alberti, hoy desaparecido en la calle Pozos Dulces de Málaga.
Una travesura en la tercera edad en una ciudad llamada Disfrutona con el telón de fondo del manto que Anita Delgado, maharaní de Kapurthala y cuya imagen hemos reproducido más arriba, regaló a la Virgen de la Victoria en Málaga.
Prólogo de Enrique Gallud Jardiel.
Ilustraciones de portada y contraportada: Francisco Martín Rodríguez
Sinopsis (en realidad uno de los párrafos de la novela: una reflexión de Marcelo Centeno, protagonista de la narración):
 Con la nostalgia propia que caracteriza a los perdedores con pedigrí, me permito acometer el desafío que mayor fama me brindará. Seamos sinceros por una vez en la vida, aunque no sirva de precedente, ¿quién se ha planteado alguna vez robar el manto que Anita Delgado, maharaní de Kapurthala a la sazón, Prem Kaur Sahiba para más señas, regaló a la Virgen de la Victoria (Vivi, en nombre clave durante la operación) y que obra en el museo del santuario de ídem? Pero obsérvese que he dicho «nostalgia», nostalgia blanca, en realidad: no confundir con la pena negra, vulgo, melancolía. Para eso soy un viejecillo taimado: para desafiar a las leyes del civismo con impunidad y triquiñuelas de todo tipo. No pretendo ofrecer un modelo de conducta, pero nunca nadie podrá decir de mí que sucumbí a la dignidad del tedio. Hoy empieza todo. Hoy es el día D y a la hora X ya no se podrá volver atrás. Es lo que hay.

CRISTÓBAL COOL-ON. VIAJERO ESP@CIAL
Con esta novela el conocido pintor mallorquín Jaime Roig de Diego se estrena en la narrativa de ficción y, a juzgar por la calidad del texto, esperemos que no sea la última. Todo un canto de amor a la cultura balear o, como a Jaime le gusta decir: Aventuras hacia el futuro perfecto con escalas en un pasado distinto.
Esta obra nos permitió expandir los horizontes de Ediciones Azimut hasta Palma de Mallorca, donde fue magníficamente bien recibida.
Ilustraciones interiores y exteriores de Daniela Miazzo
Prólogo de Marcos Cabotá, Director y Miembro de la Academia de Cine, de quien tomamos estas líneas para la
Sinopsis:
Cristóbal Cool-On. Viajero Esp@cial es un tratado literario tan insensato como prodigioso. Escupido directamente de una de las mentes más admirables de nuestro panorama cultural, esta obra está llena de color, fantasía y socarronería de la buena.
En tiempos grises, donde la creatividad está en periodo de depresión, este relato equilibra la balanza, llevándonos a un estado psicotrópico del que no queremos salir. ¡Maldita realidad! Acompañar a Cristóbal, protagonista de esta vesania, es de los accidentes más joviales que he tenido en mucho tiempo. Una road movie galáctica y atemporal, que a pesar de su apetitosa lectura, exprime al máximo las neuronas creativas hasta llegar a la bendita extenuación. Sí, como un orgasmo.

EL CINE QUE NO SE VE (2015-2017)
Una vez más de este impenitente editor, que se conoce que de una para otra no aprende. Otra manera de ver el cine. Digo yo, vaya.
Ilustraciones de portada y contraportada de Xero Fernández.
Sinopsis:
Con toda sinceridad, uno no necesita que las crónicas cinematográficas le cuenten lo que ya ha visto sentado en la butaca. No hacen falta descripciones más o menos amplias del guion, según suele hacer la crítica. Un análisis profundo de una película nunca debería limitarse a la paráfrasis de su argumento. Lo que de verdad se precisa es comentar aquello que hay que buscar entre las imágenes que se muestran, es decir, el entramado estético-conceptual al que cada película, como producto artístico que es, pertenece. De otro modo, utilizando un conocidísimo proverbio, los arboles nos impedirán ver el bosque.
Así pues, se trata de abordar lo que no se ve y, sin embargo, está en la pantalla, contado con un estilo ameno: casi como un diálogo del autor con los lectores.
Por ello, se ofrecen cincuenta reseñas de películas que se adaptan a los objetivos anteriores, así como otras dos a modo de prólogo y conclusiones.

POESÍAESVINO. AÑADA 2018
Auspiciado por el Museo del Vino de Málaga, nada malo cabe esperar cuando se invocan juntos a Apolo, padre de las musas, y Baco, cuyos superpoderes todos conocemos.
Fotografía de portada: Javier Pérez González
Sinopsis:
PoesíaesVino es un programa organizado por el Museo del Vino de Málaga, Jesús García Gallego e Isabel Romero, cuyo objetivo es relacionar de forma original y lúdica ambos mundos tan especialmente vinculados a Málaga, y facilitar su difusión y promoción a través de una serie de actividades en las que compartan su protagonismo cultural y creativo.
Cada mes se realiza el encuentro en el Museo Del Vino y cuenta con la participación de dos escritores, que leen sus poemas o relatos, de entre los cuales, al menos uno debe tener como tema central el vino.
Tras la lectura y, para facilitar el conocimiento y la difusión de nuestro patrimonio enológico, Jesús García Gallego realiza una cata comentada en la que va dando a conocer los diferentes vinos malagueños. El acto finaliza con una degustación de vino y una tertulia abierta.
Estas lecturas se simultanean con exposiciones de pintura, fotografía o incluso la interpretación en directo de alguna obra musical, siempre en torno al mundo del vino.

MEMORIAS DE UN DESASTRE
A cargo de nuestra más joven autora: Laura Vázquez Alarcón. La adolescencia tal cual es, sin estereotipos ni deformaciones. Crónica de una edad.
Prólogo de Manuel Sánchez-Campillo, de quien hemos tomado lo siguiente para la
Sinopsis:
La amistad, el amor, el sexo y la pérdida de la virginidad, los viajes, las primeras cervezas, las copas en un pub o en una discoteca, fumar o no fumar, todo irá sucediéndose filtrado por la mirada de su protagonista y contado con su lenguaje. Laura respeta la gramática –aunque no dudo que se saltaría alguna que otra regla si lo estimara necesario–, pero su novela está escrita con el desparpajo y la soltura que queremos ver en una autora tan joven. A la enumeración anterior se unen las calles de Madrid, las estaciones del metro y hasta su propia banda sonora –me gustan las novelas que tienen canciones, que cuentan con su propia música–, imprimiéndole al relato un tono realista que lo aleja de las fantasías que, supuestamente, creemos que han de gustar a los jóvenes.

VIDAS QUE FUERON
Reedición de la novela de Ángeles Rubio-Argüelles, gran Dama de la cultura malagueña durante varias décadas y profesora de teatro de gran parte de lo más granado de los actores españoles.
Edición crítica de María Luisa Burguera Nadal, Catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Jaime I.
Ricamente ilustrada con un capítulo de agradecimientos para cuya enumeración necesitamos dos páginas.
Ni que decir tiene que la primera presentación tuvo lugar en Macharaviaya (Málaga), lugar natal de los Gálvez.
Una novela de amor, nobleza y heroísmo, cuya acción transcurre entre México y la Luisiana en tiempos de Bernardo de Gálvez y su gesta en Panzacola. Una gran manera de reencontrarnos con nuestro pasado.
Sinopsis:
Eran otros tiempos. Eran tiempos para construir el Real Observatorio de Marina de San Fernando (Cádiz) o medir la longitud del meridiano terrestre en la expedición de Jorge Juan y Ulloa. Eran tiempos para levantar teatros cubiertos, como el Coliseo Nuevo en Ciudad de México, arrasado por las llamas en 1931, o el Principal de Puebla, que constituye el más antiguo todavía vivo en todo el continente americano. Eran tiempos de botánicos como Celestino Mutis. Eran tiempos para intuir la contemporaneidad y crear el Monte Pío, que tan beneficioso fue para los cosecheros de Málaga. Eran tiempos para expandir las fronteras del imperio hasta Alaska, más allá del paralelo 60º: pongamos que hablo de Bruno de Heceta o Juan Francisco de la Bodega y Quadra. Eran tiempos de jugar al revesino, merendar con  chocolate o celebrar tertulias para mayor loa del monarca Carlos III, que, bueno, quizá no fue perfecto, pero los hemos tenido peores. Eran tiempos de héroes desconocidos para la sociedad española actual, como Blas de Lezo o Bernardo de Gálvez. Eran tiempos de imprentas y universidades donde no se ponía el sol. Eran tiempos para fundar ciudades como Los Ángeles o San Francisco. Eran tiempos de virreyes ilustrados. Sí, desde luego que sí: esos del XVIII eran otros tiempos.
Pues bien, tal ambiente de nobleza, cultura y heroísmo es lo que recoge Ángeles Rubio-Argüelles en su novela Vidas que fueron, inicialmente publicada en Málaga en 1957, engarzada la trama por la historia de amor entre la joven Rosa de Chaves y el teniente Francisco Morales y Pérez-Mérida. Todo ello con especial mención a la enorme gesta de Bernardo de Gálvez, Gobernador de la Luisiana a la sazón, en la batalla de Panzacola, que tan decisiva fue para la independencia de los Estados Unidos de América.

MUNDO DE MUJERES
Una buena cosecha de autores solidarios, malagueños y no malagueños, incluso de allende la mar océana, unieron sus plumas para alumbrar un texto cuyos beneficios se destinan a la ONG Aid Chldren Of the World.
Este libro sirvió también para rendir homenaje a la profesora, pintura y galerista recientemente fallecida Cristina Blasco.
Collage de portada y contraportada: Mags Kandis.
Sinopsis:
Mundo de Mujeres es una colección de fotografías de Francisco Javier Rodríguez Barranco que fueron expuestas por primera vez del 7 de marzo al 4 de abril de 2019 en el taller y galería Cristina Blasco Creative Workshop en Málaga. Fotografías que intentan mostrar la realidad de la mujer en latitudes muy diversas bajo la premisa de no mostrar algo exótico por lo exótico, ni trasladar un mensaje pesimista. Hay fotos duras porque la realidad real no es una realidad Disney y hay fotos amables, abiertas a la esperanza que es lo que se quería transmitir.
Así las cosas, y puesto que la exposición se inauguró en la víspera del Día Internacional de la Mujer, se consideró una buena idea desafiar a poetas y narradores para que escribieran textos inspirados en alguna de las fotos con idea de entregar todos los beneficios a la ONG Aid Children of the World.
Por desgracia, un hecho luctuoso se produjo pocos días después del cierre de la exposición, pues el 8 de abril fallecía de manera inesperada la pintora Cristina Blasco. Es por ello que este libro pretende ser también un sencillo homenaje a la generosidad y talento de Cristina. ¡Va por usted, maestra!

LO MEJOR DE JARDIEL PONCELA
En edición crítica de su nieto Enrique Gallud Jardiel y prólogo de Pepe Viyuela.
Imagen de portada: Francisco López Rubio.
Creo que no precisa de mayores presentaciones. Pasemos, pues, a la
Sinopsis:
La madrileña revista Buen Humor reunió a un grupo de autores que defendieron una de las revoluciones de mayor calado en la historia literaria del siglo xx en España: la modernización artística del humor. La existencia de este grupo de humoristas ya se había señalado hacía tiempo. El testimonio más antiguo quizá sea el de Ramón Gómez de la Serna en su artículo «Laberinto del nuevo humorismo». Menciona a Tono, Jardiel, Neville, Mihura, López Rubio, Álvaro de Laiglesia y Antonio Robles, y dice: «Todo ha sido inventado por estos siete sabios de Écija».
Enrique Gallud Jardiel ofrece en este libro un profundo análisis de ese grupo de autores coetáneos de los grandes nombres del 27, así como una selección de piezas magistrales de Enrique Jardiel Poncela, que avalan el alegre juego de la inteligencia a que nos referíamos antes.
Dichas obras escogidas son: Autorretrato, «Aforismos sobre el amor», La verdad de lo que es el infierno, «Cuentos y chismes del oficio»«Celuloides rancios», El amor del gato y el perro, una selección de las «tragedias históricas», Usted tiene ojos de mujer fatal (fragmento), Eloísa está debajo de un almendro (fragmento) y La «tournee» de Dios (fragmento).

MICRORRELATOS, de José Moreno Villa
Con este libro finalizamos el año y nos permitirá el que viene llevar Ediciones Azimut hasta Tenerife, pues la edición crítica ha sido desarrollada por Darío Hernández, Profesor de Literatura de la Universidad de La laguna.
Imagen de portada: Embrión, de José Moreno Villa. Museo de Málaga
Imagen de contraportada: Compás y barca, de José Moreno Villa. Generosidad de su hijo José Moreno Nieto.
Cada microrrelato viene con una ilustración de Daniela Miazzo.
Sinopsis:
Los microrrelatos de José Moreno Villa (Málaga, 1887-México D. F., 1955) quedaron un tanto eclipsados por la obra micronarrativa de otros autores españoles coetáneos, como Juan Ramón Jiménez o Ramón Gómez de la Serna, publicada en distintas antologías ya desde hace tiempo. Es hora, sin embargo, de que los lectores de dentro y fuera de nuestro país puedan acceder a los microrrelatos del malagueño, seleccionados y editados en esta nueva antología que aquí se presenta y que esperamos sitúe la producción micronarrativa de José Moreno Villa en su justo contexto histórico, que no es otro que el de los orígenes del género en el mundo hispánico.

Ha quedado un poco larga toda esta información, ¿verdad? Lo siento. Es que ha sido un año especialmente fecundo y no podía reducirlo más.

¿El 2020? Todo un desafío por delante, qué duda cabe. Una cosa sí está clara: mantendremos nuestro compromiso con la calidad por encima de cualquier otra consideración.

Y en este link viene el catálogo del primer quinquenio completo de Ediciones Azimut, cada título con enlaces para comprarlo on-line, si así se prefiere:


En todo caso, ahora y siempre, nuestros mejores deseos.

Fco. Javier Rodríguez Barranco

sábado, 23 de noviembre de 2019

RESEÑA de JOSÉ ANTONIO SAU MARTÍN acerca de 'LA VERDAD INCOMPLETA'




Título: La verdad incompleta
Autor: Francisco Javier Rodríguez Barranco
Género: Policial
Editorial: Entrelíneas Editores
Año: 2019
Páginas: 91
Precio: 12 euros


           Un viaje siempre es iniciático, pese a que ya seamos duchos en el arte de viajar. Da igual su distancia, duración o vicisitudes intrínsecas; cuando la devoción o la obligación nos llaman a dejar nuestra ciudad para ir a otro punto cualquiera de la geografía, uno siempre se enfrenta a lo que un cursi llamaría hoy en día una ventana de oportunidades y yo, que me abstengo de caer en cursilerías aunque no siempre es fácil, denomino posibilidad de cambio. Estaban Garrido, protagonista de esta novela de Francisco Javier Rodríguez Barranco, La verdad incompleta (premiada en el I Premio Corcel Negro, Entrelineas Editores), habrá de viajar a Madrid desde su Cádiz natal para tratar de recomponer el puzle planteado por la repentina muerte del director de cine Antonio Corominas.
 

    Tratará así de ayudar al juez Ortuño, paisano y amigo. Esteban, aficionado al té con yerbabuena e investigador eventual, tiene algo que muchos de los que rodean al magistrado carecen: un sexto sentido policial, una inteligencia propia de aquellas mentes que, enfrentadas a cualquier tipo de enigma, son capaces de tejer lo sucedido, incluso teniendo ante sí el crimen perfecto, con apenas una serie de datos recabados a partir de visitas a diferentes escenarios, conversaciones más menos fortuitas o impresiones.


            Así pues, La verdad incompleta es una novela policial o negra, como quieran, porque en esto de la literatura policíaca lo de menos es el adjetivo. Hemos de alejarnos aquí de la eterna diatriba entre el hard boiled o novela criminal tal y como la conocemos hoy en día y las narraciones enigma, aquellas que se plantean como un juego intelectual para una mente brillante que, poco a poco, acaba desenvolviendo, sin sufrir mácula alguna, el más retorcidos de los delitos. Luego, el hard boiled introduciría otras claves como la crítica de la sociedad capitalista, la fascinación por los bajos fondos, el peculiar sentido de los protagonistas y una ética no siempre políticamente correcta que tanto espanta en nuestros días.



           Debo permitirme señalar que, en el fondo de esta páginas, late Cádiz y el olor a salitre impregna todas y cada una de las páginas de la novela, aunque se narre en Madrid, un acierto más de un narrador que no es precisamente novel y que, además de escribir, edita, por lo que la pirueta mortal que teje en estas páginas es aún más loable por ello.

            Se trata de un texto notablemente verborreico, pues nuestro investigador, un jubilado de los astilleros de la Bazán, no sólo se afana en resolver el aparente crimen de Corominas y otras muertes que el vendrán a la zaga, sino que con toda una bóveda narrativa trufada de reflexiones personales, traza un fresco impresionista de la vida cotidiana, resolviendo el delito que haya que resolver con la sencillez de una mente brillante que nunca se ha dado importancia y que, además de en ese terreno pantanoso y oscuro que a veces nos ofrece la realidad aunque nunca queramos mirarlo de frente, chapotea como puede en la existencia del día a día, se enamora, disecciona las relaciones laborales, observa con pasión cómo se construyen barcos o relata con asombrosa precisión la maquinaria interna que determina que un ser humano decida delinquir. 
              

        Esteban Garrido es un Séneca, uno de esos jubilados que han visto pasar la vida entera frente a sí y que han sobrevivido con la curiosidad intacta y el afán insuperable de seguir siendo útiles, a todos los años que han conformado sus propios pasos.


            Es una novela, en principio, más enigma que policíaca, que brinda un bello homenaje no sólo a aquellos textos que inaugura el Auguste Dupin de Allan Poe y que retomaron con brillantez Conan Doyle o la propia Agatha Christie, sino que también está bien construida, eficazmente resuelta y que se aleja de lo epidérmico, con todo lo bueno que eso tiene en literatura, porque los contadores de historias si algo han de evitar es, precisamente, la ligereza en sus diagnósticos.

            Los personajes, seres que se agitan al borde del precipicio sin perder nunca la sonrisa, están trazados con gran hondura y los diálogos tienden a buscar ese complicado equilibrio entre el humor y la ternura, algo que el autor consigue con solvencia. Tierno es el amor maduro que encontrará a Garrido, tierna es su humanidad a la hora de aproximarse al caso que le ocupe y tierna es su relación de amistad con el juez Ortuño, con quien compartió infancia en la Viña.

            Francisco Javier Rodríguez, como saben, dirige el sello malagueño Ediciones Azimut, una casa editorial que ha florecido en la capital al albur del boom literario que se ha dado en esta ciudad en los últimos años. Y, además de haber obtenido multitud de premios literarios y menciones, es autor de novelas, libros de relatos, recopilaciones de críticas de cine y de varios libros de viajes, así como de artículos de diferente naturaleza en diversas publicaciones, además de haber realizado alguna exposición fotográfica.

            Quien lo conozca, quien lo siga en las redes sociales, sabrá de su afición al viaje como forma de vida, la hondura de sus aproximaciones etnográficas sobre las realidades que conoce y de su prosa potente y acogedora que, en esta ocasión nos brinda una magnífica novela corta que nos propone un viaje a Madrid desde nuestra querida Cádiz a través de los ojos de un tipo como cualquiera de nosotros.

José Antonio Sau Martín
Periodista y escritor



sábado, 12 de octubre de 2019

UNA IMAGEN Y MIL PÁGINAS EN 'ME LLAMO ROJO', de ORHAN PAMUK



(fotografías tomadas durante un viaje a Estambul en octubre de 2013)


            Algo huele a podrido no en Dinamarca, como lamentaba el tontorrón de Hamlet, sino en Suecia cuando el año pasado no se concedió el Premio Nobel de Literatura por un pequeño detalle de acoso sexual y este año se ha concedido a un exégeta del genocidio.

            Afortunadamente, eso no era así cuando se le concedió a Orhan Pamuk corrían otros aires. Centrémonos, pues, en su magnífica novela Me llamo Rojo para reflexionar en los siguientes párrafos.

            Y es que, efectivamente, como obra maestra que es, Me llamo Rojo permite aproximaciones desde muy diferentes puntos de vista. Por ejemplo:

            La ficción artístico policial para descubrir al asesino de Maese Donoso y el Tío de los ilustradores, que se nos antoja de todo punto original, pues la novela comienza con el alma del difunto Maese Donoso dirigiéndose al público, en cuyo cuerpo se hallan unas ilustraciones de caballos con un rasgo singular en los ollares, que permite a un especialista en ilustraciones identificar al autor del crimen. Llegado este punto, he de señalar que la publicidad editorial le hace un flaco favor a la novela, pues en la edición que yo he leído se destaca en la portada una cita de ese cadáver, concretamente: “Encontrad al hombre que me asesinó y os contaré todo lo que hay en el otro mundo”, que el lector descubre en las primeras páginas, siendo así que nada se dice luego de cómo es el otro mundo, ni siquiera luego el alma de Maese Donoso vuelve a aparecer en una novela, que bien estiradas, puede llegar a tener mil páginas, según qué ediciones.

            El protagonismo de la imagen sobre la palabra, pues la acción del libro se sitúa en año mítico del milenario de la Hégira y narra las vivencias de los ilustradores de libros en el imperio otomano como muy superiores a las de los calígrafos.

            Los mundos fronterizos en uno de los pocos países cuyo territorio nacional se erige sobre dos continentes (España es otro de ellos). La división entre Oriente y Occidente se destaca sobre todo el texto, si bien se comenta que para Dios sólo hay un mundo. No así, desde luego en las esferas humanas, donde lo occidental se etiqueta como “franco” (“infieles francos” para ser más exactos) con muy pocas diferencias de uno a otro país europeo: se habla una vez de los españoles, dos de los portugueses, varias de los venecianos, pero la categoría en la que cabemos todos es la de los francos fronterizos del imperio turco.

            El individuo diluido en la colectividad, sobre todo en el contexto de los ilustradores, que es el fundamental de la novela. De ahí que se anatemice el estilo individual de los ilustradores, frente al ego de los pintores francos. Puede haber varios estilos globales, como el de Herat, el de Tabriz, el de los chinos, pero el ilustrador oriental debe renunciar a toda tentación de dejar su firma, literal y metafóricamente, en las imágenes.

           El aroma oriental que impregna todas las páginas, lo cual puede parecer lógico en una novela de este tipo, pero lo que me ha llamado la atención es que Pamuk no se recrea en grandes descripciones urbanas, al estilo de los narradores europeos realistas de la segunda mitad del siglo XIX, sino que esa atmósfera oriental brota de manera natural de cada una de las páginas de Me llamo Rojo. Se menciona varias veces el Cuerno de Oro, en un par de ocasiones la mezquita, que ya no lo es, de Santa Sofía, algún que otro rincón escondido, pero el autor renuncia al socorrido recurso de contarnos cómo son las calles o los mercados para que todos respiremos las especias que caracterizan al mundo islámico. Así, por ejemplo, puede que me deje llevar por mis particulares puntos de vista, pero se me antoja que la siguiente imagen goza de una inequívoca filiación oriental: “Quise salir de este mundo como si me despojara de una ropa que me viniera estrecha” (p. 297)[1]. Corresponde a los últimos pensamientos del personaje Tío.




            Resurrección de la tradición cuentística oriental, pero más que a las archiconocidas Mil y una noches o El collar de la paloma, Ibn Hazm, que, por cierto, inspiró el Libro de buen amor, lo que Me llamo Rojo nos recuerda es el Calila e Dimna, que además se menciona una vez en el libro de Pamuk, una obra, el Calila e Dimna,  de tradición india, que pasó a la cultura persa y fue ordenada traducir al castellano por el rey Alfonso X en 1251.

            Podemos, por lo tanto, abordar el análisis de Me llamo Rojo desde muy diferentes aproximaciones, pero todo ello converge en una de mis ideas más queridas: a pesar de lo que acabo de comentar en el párrafo anterior, Ohran Pamuk nos demuestra que la función del narrador no es contar, sino crear, y no tan a pesar de lo comentado en el párrafo anterior, pues lo que los libros de tradición oriental que han llegado hasta nuestros días nos ofrecen es un portentoso ejercicio de creación literaria.

            No se trata de armar una trama, que también, sino de utilizar las palabras como si fueran los colores de la paleta de un pintor (franco o ilustrador oriental, ya que nos estamos moviendo en ese contexto) para crear. Así lo expresa Pamuk por boca de uno de sus personajes, el Tío: “La poesía y la pintura, el color y la palabra, son hermanos, ya lo sabes” (p. 193).



Pongamos un ejemplo: hemos aludido a un cierto entramado policial, sin policías, pero investigando un crimen, pues bien, lo verdaderamente importante de ese entramado pseudodetectivesco no es la ansiedad por descubrir quién es el asesino, sino el goce de todas y cada una de las palabras que Pamuk coloca en su obra. Ése es un rasgo esencial de la labor creativa: disfrutar con lo que hay en ese momento delante de tus ojos y no con la sorpresa que esperar encontrar con el desenlace de la trama: es el talento de Goya lo que convierte los fusilamientos del 3 de mayo en Madrid en una obra de arte y no los ajusticiamientos en sí.

            ¿Y cuál es uno de los rasgos de estilo que nos muestra Pamuk en Me llamo Rojo? En mi humilde opinión el poderoso recurso de narración autobiográfica, que se extiende desde la primera hasta la última palabra de esta portentosa novela, lo cual nos permite superar la tentación del autor omnisciente, pues no es ya un narrador en tercera persona que conoce todos y cada uno de los sentimientos de sus personajes, sino que cada uno nos cuenta sus interioridades, lo que permite un alto grado de frescura, incluso cuando son las vivencias interiores de un recién asesinado lo que abra la narración.

            Ese poderoso estilo autobiográfico exige un constante cambio de registro para adaptarse a la verosimilitud de cada uno de los personajes y además se extiende a seres inanimados, como el color rojo o la Muerte, o animales, como un perro. Una colosal personificación que alcanza a la mujer, pero no a una mujer de carne y hueso, obviamente, sino a la imagen de una mujer pintada, lo cual descubrimos varias páginas después de la intervención del pictórico personaje.

            El autor se permite incluso jugar con el lector, pues el más joven de los personajes, un niño, se llama Orhan y Pamuk nos gasta la travesura de sugerir que se trata de él mismo.

          Otro detalle importante, es que esos personajes que hemos mencionado más arriba (perro, árbol, caballo, rojo, Muerte, mujer, también el Diablo, etcétera) configuran una pintura blasfema, una pintura prohibida por el Corán y los cánones ilustradores que se exponen en la novela, pues intenta imitar el estilo de los francos. Y esta búsqueda de lo prohibido, me van a permitir ustedes que la relacione con el pecado original al querer Adán y Eva conocer el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, y mucho más recientemente, el afán de Fausto en la obra de Goethe por conocer lo prohibido (recordemos que Fausto no le pide a Mefistófeles la vida eterna, sino treinta años más de vida y plenos poderes para alcanzar la sabiduría absoluta) y del Deán en Nuestra Señora de París, de Victor Hugo, por conocer lo nefasto, lo prohibido, lo que se opone al fasto. Veamos cómo lo dice el autor francés: "El símbolo antiguo de la serpiente mordiéndose la cola conviene sobre todo a la ciencia y hasta parece que Claude Frollo lo había experimentado pues, al decir de algunas personas muy serias, después de haber agotado el fas del saber humano, había intentado penetrar en el nefas"[2]. Y en la novela turca, es también Tío quien afirma:

La verdadera pintura está oculta en esa cosa insólita que nadie ha hecho nunca antes. En la obra de la que, en un primer momento, todos dicen que es mala, incompleta, impía. El verdadero ilustrador sabe que tiene que llegar hasta allí aunque teme la soledad que va a encontrar (p. 281).
            
           Todo se sacrifica a ese momento de contemplación plena.

            Es la búsqueda de lo inalcanzable, por un motivo o por otro, por imposición religiosa o por limitación humana, el tema central de Me llamo Rojo y esa persecución de lo inasible, necesariamente, desemboca en la melancolía, una palabra de raíz griega, que significa la ‘bilis negra’ (μέλαιvα χoλή = μελαγχoλία), que durante milenios se ha considerado el origen de la tristeza y la insatisfacción en el ser humano. Hoy día hemos descubierto que la depresión descansa sobre el poco romántico neurotransmisor de la serotonina, pero durante milenios la melancolía se relacionó con la bilis negra y de ahí que personas étnicamente oscuras, como los gitanos, se consideraran paradigmas de la melancolía. De ahí la novela ejemplar La gitanilla, de Cervantes, o el personaje de Esmeralda, nuevamente en Nuestra Señora de París.

            Melancolía, por lo tanto, en las páginas de Me llamo Rojo, una afección del ánimo que aparece repetidamente mencionada en este libro. Dice así Seküre de su segundo marido, Negro, una afamado calígrafo:

Fuera por la razón que fuese. Negro siempre estaba triste. Como la mayor parte de las veces veía que su tristeza no tenía nada que ver con su herida, creía que había un duende melancólico en un rincón secreto de su alma que le amargaba incluso los momentos más felices del acto del amor (p. 682).

            Es la malsana acedia y no me parece casual que Pamuk eligiera para ese personaje un nombre que coincide con el color de la bilis causante de la pena.

            Como étnicamente oscuras son los semitas, entre quienes cabe incluir a turcos, árabes y persas. Una oscuridad que se sublima hasta el punto de aspirar a la ceguera para lograr así ver el mundo como lo ve Dios.

            En definitiva, nos hallamos ante unos iluminadores que anhelan la soberbia de ilustrar un libro perfecto que logre la apoteosis de una imagen prohibida y aspiran a la ceguera como una bendición trascendental. “En Herat y Shiraz, el hecho de que un maestro ilustrador se quedara ciego a causa del excesivo trabajo en la última etapa de su vida no sólo se consideraba un indicio de su resolución, sino que también se ensalzaba como el pago que Dios daba al trabajo y al talento de aquel gran maestro” (pp. 479-480). En otro de los momentos que podríamos citar, Aceituna ha sido herido en los ojos y Negro responde así a la posibilidad de quedarse ciego:

Si Dios está satisfecho de tu pintura, te dará Su excelsa oscuridad para poder tenerte a su servicio. Entonces no verás ya este mundo miserable, sino el maravilloso espectáculo que Él ve (p. 668).

Pero si hablamos de hipervalorización de los libros y la ceguera, hemos de mencionar necesariamente al autor argentino Jorge Luis Borges, quien en “La Biblioteca de Babel”, entre otros muchos lugares, dejó constancia de la metafísica bibliófila: “En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios”[3]. Y en el poema “Elogio de la sombra” nos legó algo tan elocuente como esto:

                                                               La vejez (tal es el nombre que otros le dan)
                                               puede ser el tiempo de nuestra dicha.
                                               El animal ha muerto o casi ha muerto.
                                               Quedan el hombre y su alma.
                                               Vivo entre formas luminosas y vagas
                                               que no son aún la tiniebla.
                                               [...]
                                               Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
                                               el tiempo ha sido mi Demócrito.
                                               Esta penumbra es lenta y no duele;
                                               fluye por un manso declive
                                               y se parece a la eternidad.
                                                                       (vv. 1-6 y 15-19)[4]

            Las pasiones se aquietan y las distracciones desaparecen: condiciones necesarias para alcanzar la sabiduría sublime.

            Si recapitulamos, hemos vinculado a Ohran Pamuk con el Calila e Dimna y la tradición ilustradora oriental, pero también con grandes nombres de la literatura occidental (Goethe, Hugo, Borges). Todo lo cual, nos anima a pensar que este autor ha sabido aunar con gran talento en Me llamo Rojo lo mejor de las tradiciones culturales orientales y occidentales, cuya glándula pineal quizá se halle en el nexo Gracia-Turquía.

Y concluye así uno este libro con un magnífico olor de calidad.

La literatura. ¡Ah, la literatura! La literatura y el ser humano al que da voz. Todavía hay esperanza, hermanos. No nos desmoralicemos.



Fco. Javier Rodríguez Barranco


[1] Utilizo esta edición: O. Pamuk: Me llamo Rojo. Madrid, Punto de Lectura, 2006. Traducción de Rafael Carpintero.
     [2] V. Hugo, Nuestra Señora de París, Madrid, Cátedra, 1985, p. 193.
     [3] J. L., Borges, “La Biblioteca de Babel”, dentro de  Ficciones, Madrid, Alianza, 1999, p. 95. Subrayado en el original.
     [4] J. L. Borges, "Elogio de la sombra" en Elogio de la sombra, dentro de Obra poética, 1923-1977, Madrid, Alianza, 1987, p. 361.