sábado, 31 de octubre de 2015

OBJETIVO FINLANDIA EN LA SEXAGÉSIMA EDICIÓN DE LA SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID





            Descubrí a Aki Kaurismäki, y con ello al cine finlandés, en una edición de la primera mitad de la década de los noventa de la Muestra de Cine Alcances, de Cádiz. Creo que fue en la de 1994. Y si algo se puede afirmar de él, como otros grandes cineastas, por ejemplo, Stanley Kubrick, es que se cansa de explorar en nuevos géneros y nuevas posibilidades del cine.

             En la sexagésima edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, el país invitado ha sido Finlandia, según la información oficial de la SEMINCI: “Un ciclo que se acerca a su cinematografía más reciente y buce también en las joyas de su pasado”. Pues bien, dentro de esa sección he podido disfrutar de Nubes pasajeras (1996), del ya mencionado Aki Kaurismäki, que ya participó en la Sección Oficial de las 42ª edición de la Semana Internacional de cine de Valladolid, y Mielensäpahoittaja (2014), que puede traducirse como ‘gruñón’, quizá ‘melancólico’, de Dome Kauroski, basada en la novela homónima de Thomas Kyrö, que también participa en el guion del filme.

             El largometraje de Kaurismäki desarrolla el drama de un matrimonio, Ilona la mujer y Lauri el marido, que uno detrás de otro y en muy poco lapso de tiempo se van al paro, dentro de una de las crisis económicas recurrentes en Europa, y lo primero que quiero destacar es que el realizador finés no se ceba en el drama de la situación, que es considerable, sino que intercala pasajes cómicos, o más bien mini-gags para aliviar la dureza de lo narrado.


            Puedo explicitar dos de esos momentos, que como suceden al principio de la película no arruino su final a nadie. El primero consiste en que dicho matrimonio sale de una película, muy indignado el marido y exige a la taquillera que les devuelva su dinero, a lo que la joven responde que no han pagado nada al entrar.


             El otro detalle que quiero mencionar es que acto seguido, en la escena que continúa, la mujer afea la marido que haya sido tan descortés con la taquillera, a lo que éste contesta:

—Así se entera.
—Pero si es tu hermana.
—Pues peor para ella.
 
            Humor finlandés, como puede comprobarse, así como el motivo de por qué no habían pagado al entrar.


             Un tercer momento, al que no me resisto, y es el del cierre del restaurante donde Ilona trabaja de mâitre, la propietaria, una mujer que desde luego no se halla en su primera juventud, se lamenta por la nostalgia de los 39 años dedicados a ese negocio, a lo que la mujer de Lauri contesta con total hieratismo:


—Nuestros clientes son mayores y no pueden ya beber tanto.

            No serán desde luego las únicas chispas de comicidad dentro de una temática tan crítica.

            Y lo segundo que me gustaría destacar es la gigantesca metáfora sobre el paso del tiempo que constituye Nubes pasajeras, pues si el restaurante se cierra es porque su estética es manifiestamente años cincuenta, quizá sesenta, con pianista que canta en vivo, o banda de música en directo. En vez de eso, los tiempos modernos exigen fast food de salchichas. Y si Lauri, orgulloso conductor de un tranvía vacío, se queda sin trabajo es porque la sociedad demanda otro tipo de transporte.


            A partir de ahí, el progresivo descenso en la ambición laboral por un nuevo puesto es la plasmación del declive personal que impone ese ligero desajuste al que denominamos tiempo, algo que desde el afamado TEMPVS FUGIT, y su consecuencia natural CARPE DIEM, ha venido inquietando al ser humano desde los mismísimos orígenes de la especie.

            Conocida es la metáfora del río de Heráclito, así como las coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, donde el río vuelve a ser la imagen de la decadencia. Estamos hechos de tiempo, afirmaba Borges, y es evidente que Kaurismäki ha querido incorporar su particular visión a un tema tan universal. Quizá el alma racional sea lo único que pueda durar eternamente, si nos ajustamos a la psicología platónica.


            El tiempo que para unos es fuente de sabiduría, para otros manantial de melancolía y para un tercer grupo de ambas cosas, si bien decantándose con mayor frecuencia del lado de la bilis negra.

            En vez de río, Kaurismäki elige algo tan inconstante como las nubes, pero es la misma idea, donde la impotencia del ser humano para subvertir la situación se muestra mediante la acusada, casi enervante en ocasiones, rayando en la ataraxia, pasividad de los personajes en no pocos instantes del filme. El hieratismo al que aludíamos antes. Estatuas de carne y hueso. Iconos de impotencia.


            Tal como éramos” en la magnífica canción, magníficamente interpretada por Barbra Streisand, título también del largometraje de Sidney Pollack en 1973. Fugacidad de lo inasible. Solidez del humo. Si no fuera por ese pequeño detalle. “Polvo en el viento” para los muchachotes de Kansas.

            Es lo que hay.


            “Nada me fastidia más como que cambien las cosas”, son las palabras (cito de memoria de lo leído en los subtítulos) con las que la voz en off del protagonista inicia Mielensäpahoittaja y mucha nostalgia hay en esta película, puesto que, como también escuchamos de la misma voz, “lo que para mí es pasado, para los demás es historia”, siendo así que lo bueno es lo primero: “el primer coche, la primera casa, la primera mujer”.




            Y nos hallamos, por lo tanto, ante otra reflexión sobre el paso del tiempo, que también tiene sus momentos cómicos, como cuando el anciano protagonista recuerda las dos únicas conversaciones que han tenido lugar en su familia:

—La primera es la del abuelo del protagonista, quien en su lecho de muerte se pone, por fin, a contar todo lo que había callado durante su vida, lo cual incluye algunas revelaciones poco favorecedoras sobre un vecino, que decide decide anticipar el deceso clavando un cuchillo al moribundo dicharachero. El vecino es condenado a prisión y ahí se suicida.

—La segunda es un debate sobre la temperatura de la calefacción en el hogar del anciano protagonista, que acaba en separación matrimonial.

            Es el sentido del humor finlandés, ya lo hemos sugerido más arriba.


            Pero la película de Kauroski destila humor, ternura y, desde luego, melancolía, pues el cascarrabias protagonista conecta muy bien esa vertiente colérica del humor atrabiliaria, con arreglo a la teoría de los cuatro temperamentos clásicos, puesto que en la antigüedad grecolatina se consideraba que quienes fueron coléricos en su juventud, en la vejez padecen melancolía, siendo así que el anciano de Mielensäpahoittaja padece ambas males: el carácter desabrido y los momentos de tristeza.

            Tampoco podemos olvidar que una variante propia de la dinámica melancólica es la jocosa, que se plasma en el binomio Heráclito-Demócrito, mucho más interesante que la antítesis Heráclito-Parménides, puesto que el primero de ellos personificaría la vertiente sombría de los achaques atrabiliarios, mientras que Demócrito representaría la hilarante. Dos pinturas de Rubens sobre ambos filósofos, expuestas en el Museo del Prado plasman perfectamente las palabras anteriores.


            De manera que el gruñón de Mielensäpahoittaja se enfrenta, por razones ajenas a su voluntad, como es obvio, a un mundo que ya no es el suyo: los soviéticos ya no quieren anexionarse Finlandia, sino que se han convertidos en poderosísimos clientes de los productos finlandeses y los cuarentañeros urbanos ya no cultivan sus propias patatas, ni tiene sótanos en las casas para almacenarlas, sino que compran ensalada feta en los restaurantes de comida rápida, lo que también conectaría con el filme de Kaurismäki que hemos comentado pocos párrafos más arriba.

            Con todo, no se trata de un Abuelo made in Spain (1969), según la película de Pedro Lazaga, ni se aproxima a la inmensa figura del personaje principal en La sonrisa etrusca: el planteamiento de Kauroski es mucho más profundo y complejo que el de Lazaga y su visión de la situación es mucho menos mediterránea que la de la novela de Sampedro, si bien ambas rebosan humanidad.




            Han sido sólo dos, por lo tanto, las películas de Objetivo Finlandia que he podido disfrutar en la SEMINCI, pero me ha agradado comprobar que existían conexiones conceptuales entre ellas y que el cine finés continúa esa corriente habitual en la cinematografía europea en general: anteponer en los guiones la construcción de los personajes a la sucesión de acciones.

Fco. Javier Rodríguez Barranco
           

viernes, 30 de octubre de 2015

HISTORIAS MARGINALES EN LA SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID





            Ha querido la casualidad que las tres películas que he visto hoy correspondientes a la Sección Oficial de la SEMINCI abordaran el tema de la marginalidad, o quizá sea que ésa es una cuestión muy cinematográfica, con una nómina inacabable de películas en ese sentido. Quiero recordar desde el punto de vista cómico Toma el dinero y corre (1969), de Woody Allen, y desde el punto de vista trágico la primorosa El hombre elefante (1980), de David Lynch.

            En orden inverso al de visionado, quiero comenzar con Elser (2015), del director alemán Oliver Hirschbiegel, que narra uno de los episodios menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial, es decir, el atentado de George Elser contra Hitler en Munich, del 8 de noviembre de 1939, apenas invadida Polonia, y en la que el dictador nazi salvó la vida por los trece minutos que tuvo adelantar el final de su discurso a causa del adelanto en la salida del avión que le esperaba. Se trataba de una bomba de relojería. Incluso el título en español es 13 minutos.



   Marginales durante esa época en Alemania eran todos los no arios nacionalsocialistas. Los comunistas eran igual de perseguidos. Y no es fácil encontrar momentos desconocidos durante aquel régimen de atrocidades, de ahí el mérito de Hirschbiegel al recordar aquella acción, que probablemente había permanecido ignorada hasta el momento por la magnitud del atentado también fallido del 20 de julio de 1944.



Más meritorio aún me parece que al construir su historia el director alemán haya profundizado en la psicología del protagonista, algo sobre lo que volveremos en otro lugar de esta misma reseña, y no se haya limitado a contar los hechos, de tal manera que las acciones y la caracterización del personaje guardan un adecuado equilibrio.

Otra de las situaciones que por desgracias son arquetípicas de la marginalidad es el de las mujeres en los países islámicos. Algo hemos mencionado ya en otro momento acerca de La bicicleta verde (2012), de la directora saudí Haifa al-Mansour: la discriminación de la mujer a través de las vivencias de una niña, que sintoniza directamente con lo que la directora turca Deniz Gamze Ergüven desarrolla en Mustang (2015). Dos directoras del mundo musulmán para denunciar situaciones oprobiosas de nuestros días.



En el caso de Ergüven no es una sino cinco las chicas que padecen la vergüenza de limitar sus vidas por el hecho de pertenecer al sexo femenino, si bien en el caso de la directora turca las edades van de la adolescencia plena a la preadolescencia y son hermanas. La película intenta decir lo que tiene que decir sin despeñarse por la sima del dramatismo intenso. De hecho, se van combinando situaciones cómicas con situaciones deplorables, pero la trama de Mustang se desenvuelve en episodios miuy forzados, empezando por el planteamiento de base: las hermanas se quedan huérfanas de padre y madre, por lo que son criadas por la abuela, que parece no tener más nietos que ellas, y un tiránico tío, que parece no ser padre de nadie.

Considero por ello que se trata de un filme con un perfil argumental bajo en muchos momentos, en el que alguna de las travesuras de las niñas para conseguir un respiro de libertad son dudosamente creíbles, que va ganando intensidad según se acerca el final, que sí resulta de mi agrado, pero que también ese desenlace exige la benevolencia del espectador.


Indicar por último que pueden observarse en ella dos referencias literarias del siglo XX: las vírgenes suicidas (1993), de Jeffrey Eugenides, y obviamente La casa de Bernalda Alba (1936), de Federico García Lorca.
 
Y por último, la primera del día, a las nueve de la mañana, ha sido Fúsi (2015), para la que se ha propuesto también el título Virgin Mountain, si bien en España se espera que se distribuya con el de Fúsi, que es el nombre del protagonista en el filme, del director islandés Dagur Kári, donde la marginalidad no obedece a razones políticas, como Elser, o religiosas, como Mustang, sino a motivos personales: la excesiva obesidad del protagonista principal y la “rareza” de su carácter: le gusta construir dioramas, precisamente de la Segunda Guerra Mundial, pero, claro, pocos placeres le quedan a quien ha sido excluido socialmente por razones físicas.
En este largometraje observamos algo que viene siendo bastante habitual en el cine europeo contemporáneo: la subordinación de las acciones en los guiones a la construcción del personaje, algo que el propio Kári reconoció en la rueda de prensa posterior a la proyección de su película, puesto que considera, y no va del todo desencaminado, que las acciones se olvidan, pero las personas permanecen en nuestra mente.


 Otra de las cosas que también ha comentado Kári en dicha rueda de prensa ha sido que escribió el guion pensando en Gunnar Jönsson, que está inconmensurable en su papel de Fúsi, que no se imaginaba su película con otro actor, pero que no le dijo nada hasta que estuvo terminado dos años después, por lo que después del todo el trabajo realizado por el director-guionista, comprendió que una negativa de Gunnar hubiera supuesto la no realización de la película. Afortunadamente no fue así.


Cabe señalar, con todo, que Kári no excluye los momentos de comicidad, incluso en un tema tan duro como el tratado en Fúsi. En su opinión, y sin querer quitar méritos a nadie, a una película exclusivamente cómica le falta algo, de la misma manera que a otra exclusivamente trágica también.


Y bueno, solos llegamos a este mundo y solos nos iremos de él, parece ser que quiere decir Kári en su largometraje, pero muy interesante se me antoja el elemento viaje en esta película, pues en ella asistimos a la evolución del estancamiento del protagonista, cuyo trabajo consiste en cargar y descargar maletas de los aviones, pero no ha volado nunca, es decir, la pasividad del viaje, valga la paradoja, a tomar, por fin, un avión.

Fco. Javier Rodríguez Barranco