lunes, 20 de octubre de 2014

TODOS LOS MUERTOS EN EL ROPERO DE" LA CULPA DEL CORDERO"

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La comida, ¿qué? ¿Bien o en familia? Parece que ésa es la idea central de la película uruguaya La culpa del cordero, de Gabriel Drak. Es lugar común que todas las familias guardan un cadáver en el armario, conocido habitualmente como “ropero” en el habla de la República Oriental. La familia, en efecto, puede ser el espacio natural para la satisfacción de las necesidades afectivas del ser humano. El hombre es un ser sociable por naturaleza, postuló Aristóteles, según es bien conocido, siendo así que el primer peldaño de esa vida social del ser humano es la familia. El planteamiento teórico, desde luego, es impecable. Pero todos sabemos que con demasiado frecuencia es precisamente el contexto familiar donde se gestan los mayores sufrimientos del individuo.

            La película de Drak se sitúa cronológicamente en la crisis de 2009 y se hace mención expresa de las crisis más señaladas de Uruguay, y no hace falta repetirlas todas aquí, sino simplemente recordar que cada década durante los últimos cuarenta años ostenta el dudoso honor de haber albergado una. Pero lo que verdaderamente se retrata en La culpa del cordero no es una crisis económica, sino la crisis de valores de los personajes. Con arreglo a la etimología oficial, “crisis” es una palabra que viene del griego, donde significaba ‘separar’ o ‘decidir’, lo que no ha de comportar, necesariamente, una connotación negativa y en la Grecia clásica no lo implicaba. Cuando se utilizaba este vocablo se quería significar que algo se rompe porque es necesario analizarlo, es decir, rompemos como parte de un proceso de estudio, es algo relacionado con el análisis y la reflexión. En nuestros tiempos esa palabra ha experimentado una evolución semántica, de tal manera que con el término “crisis” se alude a situaciones que sí son necesariamente negativas. Pero recuperemos el étimo original del vocablo y analicemos cómo son los miembros de la familia que muestra Drak en su película:

-          Jorge es el pater familiae y en la crisis económica de 1982 dejó a muchos trabajadores en la calle.

-          Elena es la mater amantissima, pero no tiene ni idea de las actividades de sus hijos y además mantiene una relación adúltera con Carlos, uno de los criados de la casa, que también está casado. No contenta con eso, ha impuesto a Jorge la vida en una chacra, una vez que éste decide jubilarse.

-          La hija mayor es bulímica y sus fuentes de ingresos son todo un misterio.

-          Fernando es un estafador sin escrúpulos, entre cuyas víctimas se encuentra su propio padre y su ex-esposa. Pero, además es un estafador torpe, porque está arruinado.

-          Álvaro lleva infinitos años matriculado en Antropología, cuando su verdadera actividad es la de camello en la Facultad de cocaína, heroína y LSD.

-          La hija menor nació cuando Jorge y Elena ya no querían más hijos y está embarazada de Agustín, marido de la hermana mayor.

-          Agustín, como ya hemos dicho, es el marido de la hermana mayor, mantiene una relación adúltera con la menor y se desahoga sexualmente con Berenice, la chica que cuida de la hija que la hermana mayor y Agustín tienen.

            Cabría añadir a esta relación los ya mencionados Carlos y Berenice. La falta de ética del criado ya ha sido enumerada. En cuanto a la chica, digamos, que se deja abusar por Agustín, aparentemente ausente a todo lo que sucede en esta familia.

            De manera que, en este filme no se trata de relaciones destructivas paterno-filiales, o filio-paternales, sino de una especie de todos contra todos. Resulta irónico que Elena recoja el móvil a todos y cada uno y no permita Internet en la chacra, para que no haya elementos que distorsionen la convivencia. Varias horas tarda en asarse el cordero a fuego natural, nada de hornos, pero realmente se trata de varias horas de tiempo muerto en lo que a la concordia familiar se refiera, como metáfora eficaz de una vida familiar completamente putrefacta. Por lo tanto, no es que haya un muerto en el ropero, es que toda la familia está muerta en el armario: una buena cosecha de ignominias próximas. Quizá sea Berenice y, por supuesto, la bebita los únicos que se salven.

            No terminan ahí las posibilidades de análisis de esta película. Comidas, conversaciones y cuernos son las tres ces características del cine francés. Comidas, conversaciones y cuernos tenemos también en La culpa del cordero, lo que le otorga una textura muy europea. Comidas, conversaciones y cuernos suelen ser habituales en los largometrajes de Woody Allen, pero en una atmósfera marcadamente urbana. Comidas, conversaciones y cuernos hay, dentro de un ambiente de viñedos californianos  en la magnífica Los chicos están bien (2010), de Lisa Cholodenko. Pero hemos de convenir que esos elementos, construidos sobre planos largos son mucho más habituales en el cine europeo, en general, y francés, en particular.

            Por último, muchas son las películas de la historia del cine que han tratado de la familia desde muy diferentes puntos de vista. Tan sólo en las últimas décadas, podemos enumerar unos apresurados botones de muestra, todas ellas con sus “muertecitos” bien guardados, pero bien presentes: La familia (1987), de Ettore Scola, Secretos y mentiras (1996), de Mike Leigh, Celebración (1998), de Thomas Vintenberg, o American Beauty (1999), de Sam Mendes, entre las más conocidas. Pero yo creo que si hemos de buscar un parangón claro para La culpa del cordero, ha de ser necesariamente Familia (1996), de Fernando León de Aranoa, sólo que subvirtiendo la historia, puesto que si en la película del español se trata de una celebración ficticia de un evento real, un cumpleaños, en la de Drak se trata de una reunión real de un evento desconocido para todos los personajes, salvo Jorge, que lo ha planeado todo concienzudamente. Los hijos no saben realmente para qué han sido convocados y Elena está errada en su idea de la comida, y ello a pesar de los numerosos brindis que se realizan. Otros elementos que unen ambas películas son la ambientación de la acción en un espacio natural y con césped, las figuras femeninas que lo ignoran todo, como es la de la automovilista que llama a la casa para pedir ayuda por una avería mecánica y Berenice en La culpa del cordero, que tan sólo pide un poco de agua fresca sin gas en un momento dado. Sin duda que el retrato de familia final en ambas películas también tiende a unirlas. Y la complicidad con España se busca también en la elección de un faro, precisamente en Cataluña y la música final de los créditos: un tema flamenco.

            ¿La familia? Mal, claro ¿De qué otro modo podría ser? Parece que quiere decirnos Gabriel Drak en su filme, porque no puede decirse que sea una película fecunda en soluciones positivas de la situación.

Francisco Javier Rodríguez Barranco
 



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