Lo cierto es que uno
agradece muchísimo que los propios ecuatoguineanos construyan su cine nacional,
pues hasta ahora, básicamente, lo que se conocían eran películas españolas de
aventuras, como Bandera negra (1986),
de Pedro Olea, o los recuerdos de infancia de Cecilia Bartolomé en Lejos de
África (1996) . También hay producciones afrentosas a la inteligencia como Palmeras en la nieve (2015), de Fernando
González Molina, que no merecen mayor comentario.
Por ello, es muy positivo
que los ecuatoguineanos aborden su propio cine, si bien, a juzgar por Anu Ngan, les queda todavía un camino
por recorrer, pues se trata de una thriller
con un final muy novedoso para un género donde se supone que es imposible
innovar, con un banda sonora consistente, una calidad fotográfica tan aceptable
como permiten los actuales medios técnicos, y una trama que sorprende, como
acabo de mencionar, pero la parte actoral, a mi juicio, desmerece bastante y es
que, según confesó el propio Nfá en coloquio posterior a la película, que es un
director autodidacta, en Guinea Ecuatorial no existen escuelas de cine por lo
que, una vez completado el casting, fue necesario impartir a los actores
elegidos un curso acelerado de interpretación. Poco a poco. La idea central de
la película es mostrar que muchas el enemigo está dentro de uno: una película
pensada para el público ecuatoguineano, como también reconoció el director,
entre el que ha tenido gran aceptación.
Muy sorprendente me ha
resultado asistir a una imágenes de Malabo que en nada se corresponden a mis
recuerdos de hace más de tres décadas, pues a finales de la década de los
ochenta, Guinea Ecuatorial ocupaba el segundo lugar en cuanto a los países más
pobres del planeta, superada solo en ese penoso ranking por Haití. Luego se descubrió petróleo en la zona y cambió
la cara de un país, según se muestra en Anu
Ngan, con grandes autopistas y modernas urbanizaciones, que para mí son
totalmente nuevas.
Pinche
aquí para ver clip de Anu Ngan
En cuanto Memorias de ultramar, es el tercer y
último proyecto emprendido por la Filmoteca Nacional para reconstruir con
videos domésticos cómo fue la vida de los españoles en determinados contextos,
como la transición a la democracia, los exiliados y, por fin, las vivencias de
quienes vivieron en Tánger, Tetuán, el Sahara Occidental o Guinea Ecuatorial
entre la década de los 40 y la de los 70, una reconstrucción minuciosa que Carmen
y Alberto pudieron llevar a cabo gracias a material facilitado por diferentes
filmotecas regionales en España, pero sobre todo poniéndose en contacto con las
familias en cuestión.
Se trata, por lo tanto, de
imágenes domésticas, grabadas en su momento sin ánimo artístico de ningún tipo
y quizá por eso abundan las tomadas en Guinea Ecuatorial, pues de lo que se ve
en este documental en este país sí hubo una verdadera vida comercial, lúdica y familiar
con sus reuniones, sus paellitas y esas cosas, mientras que en las imágenes que
vemos del Sahara imperan el desierto, la soledad y las unidades militares.
Poco después, como he
comentado, se descubrió petróleo en la zona y todo ha cambiado, al menos en
cuanto a las infraestructuras, quizá no tanto en cuanto a las desigualdades
sociales.
Un poco de todo eso es lo
que se ve en Memorias de ultramar o,
al menos, así lo he imaginado yo.
Pinche
aquí para ver tráiler de Memorias de
ultramar
La tarde se cerró con Tajouje (1977), de Gadalla Gubara, dentro
del ciclo que el Festival de Cine Africano está dedicando este año al cine de
Sudán, un país con una prometedora industria cinematográfica antes de que la
dictadura islámica que ha durado tres décadas pasara como una trituradora por
el mundo de la cultura. De hecho, Gubara está considerado como uno de los
patriarcas del cine africano.
Pincha
aquí para ver clip de Tajouje
Fco.
Javier Rodríguez Barranco
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