Ya lo dijo Shakespeare en La tempestad: “We are such stuff as dreams are made on, and our little life is
rounded with a sleep”. Estamos hechos de la misma materia que los
sueños, hermanos. Eso es así. Y nuestro Calderón, nada menos que Calderón de la
Barca, que siendo religioso se soñaba impío, mientras que siendo impío se
soñaba religioso, lo rubricó magníficamente en El gran teatro del mundo y La
vida es sueño. Por eso quizá Alejandro González Iñárritu ha elegido para su
última película, Birdman un contexto
escénico, ambientado, eso sí, no en un corral de comedias clásico, sino en
Broadway.
Pero desde Amores perros (2000) hasta nuestros días Iñárritu ha evolucionado,
puesto que los perfiles afilados que se apreciaban en esa película, así como en
21 gramos (2003), por supuesto, como
de columna dórica, han desembocado en un discurso retorcido, sinuoso, como si
del baldaquino de la catedral de San Pedro en Roma se tratara. Eso es al menos
lo que a mí me parece. Es probable que Babel
(2006) se salve, pero desde luego en Biutiful
(2010), así como en Birdman (2014), que
ahora nos ocupa, la narración se construye sin la nitidez que caracterizó sus
dos primeras y excelentes películas.
Las relaciones mutuas entre cine y
teatro son casi tan antiguas como el propio nacimiento del cine, pero a mí me
interesan no las adaptaciones a la pantalla de obras escritas inicialmente para
la farándula, ni tampoco aquellas películas en las que el teatro brinda el
ambiente y poco más. Lo que verdaderamente me importa son las producciones en
las que el cine ha recogido las interrelaciones entre la pieza que se
representa y la vida de los que intervienen en ella. Así, podemos citar Candilejas (1952), de Charles Chaplin, To be or not to be (1942), de Ernst
Lubitsch, Noises off! (1992), de Peter
Bogdanovich, basada en la obra homónima de Michael Frayn, si bien mantiene el
criterio que he establecido anteriormente de vinculaciones entre las tablas y
la vida, en las que también podría mencionarse ¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura.
Sin embargo hay algo que independiza el
filme de Iñárritu, puesto que en las obras anteriores, de manera más dramática,
como en Candilejas, o con un sentido
inapelable de la hilaridad, como en Noises
off, lo que la película muestra de lo que se representa se refiere a lo que
acontece más allá del propio teatro, es decir, que Candilejas recrea una historia de amor entre bastidores, To be or not to be, la Alemania nazi, Noises off!, los diferentes enredos
amorosos de los actores, y ¡Ay, Carmela!,
nuestra guerra civil, mientras que Birdman
trate de algo mucho más psicológico: el sentido de la vida del actor con
respecto a su personaje, de ahí que casi toda la historia se construya en los
camerinos.
Repasemos algunos diálogos,
traducidos al español:
El protagonista, Riggan, interpretado
por Michael Keaton, pregunta a su exesposa:
—¿Por qué nos separamos?
—Porque me tiraste un cuchillo a la
cabeza.
Dos actrices conversan:
—¿Por qué tengo tan poco amor propio?
—Porque eres una actriz, cielo.
Mike, el otro actor, que ya es
maduro, ha tenido una erección en el escenario, con gran regocijo del público, en una escena
de cama, e incluso quiere hacer el amor de verdad con la actriz que le acompaña
en ese momento. Poco después se encuentra en la terraza con Sam, hija de Riggan
recién estrenada a la veintena según se nos muestra en la peli, y pregunta la
joven al actor:
—¿Te acostarías conmigo?
—No.
—¿Por qué?
—Porque tengo miedo de que no se me
levante.
—En el escenario no has tenido ningún
problema.
—En el escenario nunca tengo
problemas.
Y por fin, entre un sinfín de
ejemplos que podríamos proponer, Riggan se lamenta de que al final de su
carrera, al final de su vida, por lo tanto, sólo será una pregunta de trivial.
Riggan ha conocido el éxito en las
interminables secuelas del legendario héroe con superpoderes Birdman y ahora quiere sentirse
realizado como persona y como actor. Para ello produce y
protagoniza una obra de Raymond Carver llena de preguntas: What We Talk
About When We Talk About Love? (¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?). Riggan quiere superar mediante el éxito en Broadway sus fracasos vitales, pero el pájaro que le ha dado el éxito en Hollywood no
deja de hablarle en la cabeza recordándole lo menguado de sus méritos, lo que
equivale a dejar sin sentido su existencia. Me parece un delicioso detalle de
perversidad cinematográfica que Iñárritu haya elegido para ese personaje al
actor Michael Keaton, que se hizo famoso como superhéroe en Batman (1989).
Por otro
lado, muy meritorio me parece el rodaje mediante una sucesión de planos
inmediatos en los pasillos del teatro, en los camerinos o entre bastidores. En esos momentos la
fotografía es impecable y sostiene perfectamente la historia, así como la banda
sonora, que en un número significativo de ocasiones se construye sobre solos de
batería para acentuar el tormento psicológico de los personajes. Sin embargo,
la intensidad fílmica, o al menos la credibilidad decae bastante en las escenas
de exterior, si exceptuamos la escena en la azotea del teatro arriba citada y
una breve, pero muy cómica, aparición de Riggan en Times Square.
Afortunadamente las escenas de interior son muchísimo más abundantes.
A Riggan
le hablan el pájaro que ha sido siempre para evidenciarle la diferencia entre
los buenos y los malos actores, pero a Iñárritu parece que le habla Woody
Allen, puesto que los principales momentos de Birdman parecen sacados de
las películas del neoyorquino. Así, ya que acabamos de mencionarlo, la
diferencia entre celebridad y calidad se recrea en Celebrity (1998), el
éxito irracional en Granujas de medio pelo (2000) y más recientemente en
A Roma con amor (2012), las opiniones pedantes de los espectadores está en StardustMemories (1980), y con mucha mayor maestría, si se me permite la observación, mientras que la diferencia
entre Hollywood y Broadway se hala en Hollywood Ending (2002). El detalle de la bata que se queda pillada en una puerta y el personaje acaba casi desnudo pertenece a Melinda y Melinda (2004) y en Balas sobre Broadway (1994) el mundo del teatro también es esencial, por citar sólo
algunas similitudes con la filmografía del director de Manhattan.
Por otro
lado, si hablamos de una textura escénica, vamos a recordar los tres momentos
esenciales de las piezas teatrales: planteamiento, nudo y desenlace, siendo así
que Birdman se plantea de manera impecable, se desarrolla
aceptablemente, pero el final es otra cosa, sobre la que el espectador formará
su propia opinión.
Así pues, como
conclusión, las tres Bs de Iñárritu, Babel, Biutiful y Birdman son como frondosos bosques
con escasez de árboles. Quizá Babel se salve. Y en cuanto a la película
que ahora nos ocupa, no se trata este hombre pájaro de un ave fénix, sino que
toda la vida es sueño y los sueños son. Por ello, cuando despertamos, la
realidad se impone, o lo que creemos realidad. Es a Ícaro con sus alas quemadas
a quien más se aproxima la película del director mejicano, puesto que a veces,
más que pájaros en la cabeza, parece que asistimos a una auténtica masturbación
mental.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
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