sábado, 24 de enero de 2015

LA POESÍA DEL HIELO EN "NO LLORES, VUELA"

http://www.filmaffinity.com/es/film152574.html#myreview


            Si hablamos de la poesía del mar, probablemente estaremos recreando uno de los tópicos más tópicos de cuantos tópicos han sido. Dos películas muy próximas en el tiempo, El cielo protector (1989), de Bernardo Bertolucci, y Bailando con lobos (1990), de Kevin Costner (sí, sí, Kevin Costner, así como suena) (Kevin Costner ha sido capaz de hacer una película buena) nos permitieron apreciar la poesía del desierto y la poesía de la pradera, respectivamente. 

            Y ahora llega la última película de la directora peruana Claudia Llosa, No llores, vuela (2014), que se relame en la poesía del hielo. “Esto es como conducir sobre las nubes”, afirma Mélanie Laurent en su papel de Jannia, la joven periodista que busca a Nana (Jennifer Connelly). Es la poesía de los espacios infinitos. La poesía de la soledad. Ese malsano regustillo de sentirse una nadería en lugares ilimitados.
   

         Hace poco recibí un link de los 34 lugares más bellos del planeta para visitar en invierno, en plena orgía de hielo y nieve. Todos ellos pertenecen al hemisferio norte, sin duda porque dicha lista ha sido confeccionada por viajeros de la mitad septentrional del planeta (en el hemisferio sur también hay invierno, sólo que en momentos diferentes). 6 de ellos pertenecen a Canadá y uno a España: Segovia, nuestra Segovia, Segovia de Perico Delgado o Segovia de Juan Bravo, pero no en una imagen del acueducto, sino del Alcázar. Cachis.


             He aquí el link:


            Tuve la ocasión de saludar a Claudia Llosa nada más recibir la Biznaga de plata a la mejor película de la Sección Territorio Latinoamericano en el Festival de Málaga de Cine Español de 2006 por su película Madeinusa, máximo galardón de la categoría. Estaba en un bar y llegó ella con la biznaga, acompañada de la protagonista Magaly Solier, con aire tímido y medio desorientada. Quizá por eso me permitió tocar la Biznaga y la pena es que por entonces mi teléfono móvil no tenía la opción de hacer fotografías. Cachis.



        Después de Madeinusa, Llosa rodó La teta asustada (2009), con la misma protagonista, pero una película para la que reconozco que necesito una segunda visión. No llores, vuela constituye su tercer y último largometraje  hasta el momento.

            Se trata de una co-producción hispano-canadiense, cuya acción transcurre en Canadá, pero no en la sofistificación y multiculturalidad de ciudades como Toronto o Montreal, sino en la inmensidad de las llanuras heladas. 

Tenemos el recuerdo de Canadá en fráncés en el papel de Jannie, y la versión anglófona en todos los demás personajes, pero lo que de verdad importa a Llosa es la construcción del infinito blanco: todo en la historia transcurre en ámbitos gélidos, pero por si eso fuera poco, la búsqueda de Jannie e Ivan (interpretado por Cillian Murphy) se dirige hacia el Círculo Polar Ártico: el agua es el origen de la vida y el hielo la conserva parece que son los mensajes implícitos de esta película. Pero un lago helado puede ser también una trampa mortal cuando se resquebraja. Tensión, pues, de la vida y de la muerte en un mismo espacio, magistralmente descrito por Nicolas Bolduc, que no en vano obtuvo el premio a la Mejor fotografía en el Festival de Málaga de Cine Español del año 2014.


            Después de Madeinusa, Llosa rodó La teta asustada (2009), con la misma protagonista, pero una película para la que reconozco que necesito una segunda visión. No llores, vuela constituye su tercer y último largometraje  hasta el momento.

         De alguna manera, la filmografía de Claudia Llosa se despliega sobre situaciones terminales: Madeinusa acontece en un pueblo perdido de la cordillera de Perú, donde hay “barra libre” para hacer lo que se quiera durante los días en que dios esté muerto, es decir, del Viernes Santo al Domingo de Resurrección.

La teta asustada se refiere a una enfermedad que se transmite por la leche materna de mujeres maltratadas durante la época del terrorismo en el Perú; y No llores, vuela consiste en la delgada frontera entre la vida y la muerte, tan frágil como el hielo.


        La historia consiste en el arte y la naturaleza como contexto para devolver la salud a personas médicamente desahuciadas. Es el asirse a la última posibilidad, cuando ésta ya casi no existe, y da igual que esas sanaciones superen con mucho las concesiones más benévolas de un pueblo esencialmente racional como es el anglosajón.




           Por otro lado, se nos muestra también la amargura de Ivan, hijo de Nana, que sublima la ausencia de la madre criando halcones, cuyo vuelo en el cielo tiene lugar en un infinito de colores idénticos a los del hielo.

           Es muy difícil comprender qué compensación obtuvieron los colonizadores europeos estableciéndose en regiones climáticamente tan desfavorables como los grandes hielos de Norteamérica. La abundancia de recursos naturales quizá sirvió como aliciente de las sociedades que ahí se establecieron. De la misma manera que la naturaleza es la medicina de la que se espera que cure enfermedades incurables. Es la última esperanza en unas coordenadas geográficas que inevitablemente evocan el último lugar del planeta Tierra. Es la necesidad del inicio justo cuando llegamos al final.


            Lo que no se puede negar a Claudia Llosa es la la predilección e impecable construcción de los personajes femeninos. Así lo ha demostrado en los tres largometrajes que ha dirigido hasta ahora: dos de ellos en los confines de su Perú natal, el último en el extremo boreal del globo.

               El hielo conserva la vida. El hielo conserva la esperanza, ¿por qué no?



Francisco Javier Rodríguez Barranco

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