Descubrí a Aki Kaurismäki, y con ello al cine finlandés,
en una edición de la primera mitad de la década de los noventa de la Muestra de
Cine Alcances, de Cádiz. Creo que fue en la de 1994. Y si algo se puede afirmar
de él, como otros grandes cineastas, por ejemplo, Stanley Kubrick, es que se
cansa de explorar en nuevos géneros y nuevas posibilidades del cine.
En la sexagésima edición de la Semana Internacional de
Cine de Valladolid, el país invitado ha sido Finlandia, según la información
oficial de la SEMINCI: “Un ciclo que se acerca a su cinematografía más reciente
y buce también en las joyas de su pasado”. Pues bien, dentro de esa sección he
podido disfrutar de Nubes pasajeras
(1996), del ya mencionado Aki Kaurismäki, que ya participó en la Sección
Oficial de las 42ª edición de la Semana Internacional de cine de Valladolid, y Mielensäpahoittaja (2014), que puede
traducirse como ‘gruñón’, quizá ‘melancólico’, de Dome Kauroski, basada en la
novela homónima de Thomas Kyrö, que también participa en el guion del filme.
El largometraje de Kaurismäki desarrolla el drama de un matrimonio, Ilona la mujer y Lauri el marido, que uno detrás de otro y en muy poco lapso de tiempo se van al paro, dentro de una de las crisis económicas recurrentes en Europa, y lo primero que quiero destacar es que el realizador finés no se ceba en el drama de la situación, que es considerable, sino que intercala pasajes cómicos, o más bien mini-gags para aliviar la dureza de lo narrado.
Puedo explicitar dos de esos momentos, que como suceden
al principio de la película no arruino su final a nadie. El primero consiste en
que dicho matrimonio sale de una película, muy indignado el marido y exige a la
taquillera que les devuelva su dinero, a lo que la joven responde que no han
pagado nada al entrar.
El otro detalle que quiero mencionar es que acto seguido,
en la escena que continúa, la mujer afea la marido que haya sido tan descortés
con la taquillera, a lo que éste contesta:
—Así se entera.
—Pero si es tu hermana.
—Pues peor para ella.
Humor finlandés, como puede comprobarse, así como el
motivo de por qué no habían pagado al entrar.
Un tercer momento, al que no me resisto, y es el del
cierre del restaurante donde Ilona trabaja de mâitre, la propietaria, una mujer
que desde luego no se halla en su primera juventud, se lamenta por la nostalgia
de los 39 años dedicados a ese negocio, a lo que la mujer de Lauri contesta con
total hieratismo:
—Nuestros clientes son
mayores y no pueden ya beber tanto.
No serán desde luego las únicas chispas de comicidad
dentro de una temática tan crítica.
Y lo segundo que me gustaría destacar es la gigantesca
metáfora sobre el paso del tiempo que constituye Nubes pasajeras, pues si el restaurante se cierra es porque su
estética es manifiestamente años cincuenta, quizá sesenta, con pianista que
canta en vivo, o banda de música en directo. En vez de eso, los tiempos
modernos exigen fast food de
salchichas. Y si Lauri, orgulloso conductor de un tranvía vacío, se queda sin trabajo
es porque la sociedad demanda otro tipo de transporte.
A partir de ahí, el progresivo descenso en la ambición
laboral por un nuevo puesto es la plasmación del declive personal que impone
ese ligero desajuste al que denominamos tiempo, algo que desde el afamado
TEMPVS FUGIT, y su consecuencia natural CARPE DIEM, ha venido inquietando al
ser humano desde los mismísimos orígenes de la especie.
Conocida es la metáfora del río de Heráclito, así como
las coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, donde el río vuelve a
ser la imagen de la decadencia. Estamos hechos de tiempo, afirmaba Borges, y es
evidente que Kaurismäki ha querido incorporar su particular visión a un tema
tan universal. Quizá el alma racional sea lo único que pueda durar eternamente,
si nos ajustamos a la psicología platónica.
El tiempo que para unos es fuente de sabiduría, para
otros manantial de melancolía y para un tercer grupo de ambas cosas, si bien
decantándose con mayor frecuencia del lado de la bilis negra.
En vez de río, Kaurismäki elige algo tan inconstante como
las nubes, pero es la misma idea, donde la impotencia del ser humano para
subvertir la situación se muestra mediante la acusada, casi enervante en
ocasiones, rayando en la ataraxia, pasividad de los personajes en no pocos
instantes del filme. El hieratismo al que aludíamos antes. Estatuas de carne y
hueso. Iconos de impotencia.
“Tal como éramos” en la magnífica canción, magníficamente
interpretada por Barbra Streisand, título también del largometraje de Sidney
Pollack en 1973. Fugacidad de lo inasible. Solidez del humo. Si no fuera por
ese pequeño detalle. “Polvo en el viento” para los muchachotes de Kansas.
Es lo que hay.
“Nada me fastidia más como que cambien las cosas”, son
las palabras (cito de memoria de lo leído en los subtítulos) con las que la voz
en off del protagonista inicia Mielensäpahoittaja y mucha nostalgia hay
en esta película, puesto que, como también escuchamos de la misma voz, “lo que
para mí es pasado, para los demás es historia”, siendo así que lo bueno es lo
primero: “el primer coche, la primera casa, la primera mujer”.
Y nos hallamos, por lo tanto, ante otra reflexión sobre
el paso del tiempo, que también tiene sus momentos cómicos, como cuando el
anciano protagonista recuerda las dos únicas conversaciones que han tenido
lugar en su familia:
—La primera es la del abuelo
del protagonista, quien en su lecho de muerte se pone, por fin, a contar todo
lo que había callado durante su vida, lo cual incluye algunas revelaciones poco
favorecedoras sobre un vecino, que decide decide anticipar el deceso clavando
un cuchillo al moribundo dicharachero. El vecino es condenado a prisión y ahí
se suicida.
—La segunda es un debate
sobre la temperatura de la calefacción en el hogar del anciano protagonista,
que acaba en separación matrimonial.
Es el sentido del humor finlandés, ya lo hemos sugerido
más arriba.
Pero la película de Kauroski destila humor, ternura y,
desde luego, melancolía, pues el cascarrabias protagonista conecta muy bien esa
vertiente colérica del humor atrabiliaria, con arreglo a la teoría de los
cuatro temperamentos clásicos, puesto que en la antigüedad grecolatina se
consideraba que quienes fueron coléricos en su juventud, en la vejez padecen
melancolía, siendo así que el anciano de Mielensäpahoittaja
padece ambas males: el carácter desabrido y los momentos de tristeza.
Tampoco podemos olvidar que una variante propia de la
dinámica melancólica es la jocosa, que se plasma en el binomio Heráclito-Demócrito,
mucho más interesante que la antítesis Heráclito-Parménides, puesto que el
primero de ellos personificaría la vertiente sombría de los achaques atrabiliarios,
mientras que Demócrito representaría la hilarante. Dos pinturas de Rubens sobre
ambos filósofos, expuestas en el Museo del Prado plasman perfectamente las
palabras anteriores.
De manera que el gruñón de Mielensäpahoittaja se enfrenta, por razones ajenas a su voluntad,
como es obvio, a un mundo que ya no es el suyo: los soviéticos ya no quieren
anexionarse Finlandia, sino que se han convertidos en poderosísimos clientes de
los productos finlandeses y los cuarentañeros urbanos ya no cultivan sus
propias patatas, ni tiene sótanos en las casas para almacenarlas, sino que
compran ensalada feta en los restaurantes de comida rápida, lo que también
conectaría con el filme de Kaurismäki que hemos comentado pocos párrafos más
arriba.
Con todo, no se trata de un Abuelo made in Spain (1969), según la película de Pedro Lazaga, ni
se aproxima a la inmensa figura del personaje principal en La sonrisa etrusca: el planteamiento de Kauroski es mucho más
profundo y complejo que el de Lazaga y su visión de la situación es mucho menos
mediterránea que la de la novela de Sampedro, si bien ambas rebosan humanidad.
Han sido sólo dos, por lo tanto, las películas de
Objetivo Finlandia que he podido disfrutar en la SEMINCI, pero me ha agradado
comprobar que existían conexiones conceptuales entre ellas y que el cine finés
continúa esa corriente habitual en la cinematografía europea en general:
anteponer en los guiones la construcción de los personajes a la sucesión de
acciones.
Fco. Javier Rodríguez Barranco
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