Ha querido la casualidad que las tres películas que he
visto hoy correspondientes a la Sección Oficial de la SEMINCI abordaran el tema
de la marginalidad, o quizá sea que ésa es una cuestión muy cinematográfica,
con una nómina inacabable de películas en ese sentido. Quiero recordar desde el
punto de vista cómico Toma el dinero y corre (1969), de Woody Allen, y desde el punto de vista trágico la
primorosa El hombre elefante (1980),
de David Lynch.
En orden inverso al de visionado, quiero comenzar con Elser (2015), del director alemán Oliver
Hirschbiegel, que narra uno de los episodios menos conocidos de la Segunda
Guerra Mundial, es decir, el atentado de George Elser contra Hitler en Munich,
del 8 de noviembre de 1939, apenas invadida Polonia, y en la que el dictador nazi salvó
la vida por los trece minutos que tuvo adelantar el final de su discurso a
causa del adelanto en la salida del avión que le esperaba. Se trataba de una
bomba de relojería. Incluso el título en español es 13 minutos.
Marginales
durante esa época en Alemania eran todos los no arios nacionalsocialistas. Los
comunistas eran igual de perseguidos. Y no es fácil encontrar momentos desconocidos
durante aquel régimen de atrocidades, de ahí el mérito de Hirschbiegel al
recordar aquella acción, que probablemente había permanecido ignorada hasta el
momento por la magnitud del atentado también fallido del 20 de julio de 1944.
Más meritorio aún me parece que al construir su historia el director alemán
haya profundizado en la psicología del protagonista, algo sobre lo que
volveremos en otro lugar de esta misma reseña, y no se haya limitado a contar
los hechos, de tal manera que las acciones y la caracterización del personaje
guardan un adecuado equilibrio.
Otra
de las situaciones que por desgracias son arquetípicas de la marginalidad es el de las
mujeres en los países islámicos. Algo hemos mencionado ya en otro momento
acerca de La bicicleta verde (2012),
de la directora saudí Haifa al-Mansour: la discriminación de la mujer a través
de las vivencias de una niña, que sintoniza directamente con lo que la
directora turca Deniz Gamze Ergüven desarrolla en Mustang (2015). Dos directoras del mundo musulmán para denunciar
situaciones oprobiosas de nuestros días.
En
el caso de Ergüven no es una sino cinco las chicas que padecen la vergüenza de
limitar sus vidas por el hecho de pertenecer al sexo femenino, si bien en el
caso de la directora turca las edades van de la adolescencia plena a la
preadolescencia y son hermanas. La película intenta decir lo que tiene que
decir sin despeñarse por la sima del dramatismo intenso. De hecho, se van
combinando situaciones cómicas con situaciones deplorables, pero la trama de Mustang se desenvuelve en episodios miuy
forzados, empezando por el planteamiento de base: las hermanas se quedan
huérfanas de padre y madre, por lo que son criadas por la abuela, que parece no
tener más nietos que ellas, y un tiránico tío, que parece no ser padre de
nadie.
Considero
por ello que se trata de un filme con un perfil argumental bajo en muchos
momentos, en el que alguna de las travesuras de las niñas para conseguir un
respiro de libertad son dudosamente creíbles, que va ganando intensidad según
se acerca el final, que sí resulta de mi agrado, pero que también ese desenlace
exige la benevolencia del espectador.
Indicar
por último que pueden observarse en ella dos referencias literarias del siglo
XX: las vírgenes suicidas (1993), de Jeffrey Eugenides, y obviamente La casa de Bernalda Alba (1936), de
Federico García Lorca.
Y
por último, la primera del día, a las nueve de la mañana, ha sido Fúsi (2015), para la que se ha propuesto
también el título Virgin Mountain, si
bien en España se espera que se distribuya con el de Fúsi, que es el nombre del protagonista en el filme, del director
islandés Dagur Kári, donde la marginalidad no obedece a razones políticas, como
Elser, o religiosas, como Mustang, sino a motivos personales: la
excesiva obesidad del protagonista principal y la “rareza” de su carácter: le
gusta construir dioramas, precisamente de la Segunda Guerra Mundial, pero,
claro, pocos placeres le quedan a quien ha sido excluido socialmente por
razones físicas.
En
este largometraje observamos algo que viene siendo bastante habitual en el cine
europeo contemporáneo: la subordinación de las acciones en los guiones a la
construcción del personaje, algo que el propio Kári reconoció en la rueda de
prensa posterior a la proyección de su película, puesto que considera, y no va
del todo desencaminado, que las acciones se olvidan, pero las personas
permanecen en nuestra mente.
Otra
de las cosas que también ha comentado Kári en dicha rueda de prensa ha sido que
escribió el guion pensando en Gunnar Jönsson, que está inconmensurable en su
papel de Fúsi, que no se imaginaba su película con otro actor, pero que no le
dijo nada hasta que estuvo terminado dos años después, por lo que después del
todo el trabajo realizado por el director-guionista, comprendió que una
negativa de Gunnar hubiera supuesto la no realización de la película.
Afortunadamente no fue así.
Cabe
señalar, con todo, que Kári no excluye los momentos de comicidad, incluso en un
tema tan duro como el tratado en Fúsi.
En su opinión, y sin querer quitar méritos a nadie, a una película
exclusivamente cómica le falta algo, de la misma manera que a otra
exclusivamente trágica también.
Y
bueno, solos llegamos a este mundo y solos nos iremos de él, parece ser que
quiere decir Kári en su largometraje, pero muy interesante se me antoja el
elemento viaje en esta película, pues en ella asistimos a la evolución del
estancamiento del protagonista, cuyo trabajo consiste en cargar y descargar
maletas de los aviones, pero no ha volado nunca, es decir, la pasividad del
viaje, valga la paradoja, a tomar, por fin, un avión.
Fco. Javier Rodríguez Barranco
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