viernes, 30 de octubre de 2015

HISTORIAS MARGINALES EN LA SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE VALLADOLID





            Ha querido la casualidad que las tres películas que he visto hoy correspondientes a la Sección Oficial de la SEMINCI abordaran el tema de la marginalidad, o quizá sea que ésa es una cuestión muy cinematográfica, con una nómina inacabable de películas en ese sentido. Quiero recordar desde el punto de vista cómico Toma el dinero y corre (1969), de Woody Allen, y desde el punto de vista trágico la primorosa El hombre elefante (1980), de David Lynch.

            En orden inverso al de visionado, quiero comenzar con Elser (2015), del director alemán Oliver Hirschbiegel, que narra uno de los episodios menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial, es decir, el atentado de George Elser contra Hitler en Munich, del 8 de noviembre de 1939, apenas invadida Polonia, y en la que el dictador nazi salvó la vida por los trece minutos que tuvo adelantar el final de su discurso a causa del adelanto en la salida del avión que le esperaba. Se trataba de una bomba de relojería. Incluso el título en español es 13 minutos.



   Marginales durante esa época en Alemania eran todos los no arios nacionalsocialistas. Los comunistas eran igual de perseguidos. Y no es fácil encontrar momentos desconocidos durante aquel régimen de atrocidades, de ahí el mérito de Hirschbiegel al recordar aquella acción, que probablemente había permanecido ignorada hasta el momento por la magnitud del atentado también fallido del 20 de julio de 1944.



Más meritorio aún me parece que al construir su historia el director alemán haya profundizado en la psicología del protagonista, algo sobre lo que volveremos en otro lugar de esta misma reseña, y no se haya limitado a contar los hechos, de tal manera que las acciones y la caracterización del personaje guardan un adecuado equilibrio.

Otra de las situaciones que por desgracias son arquetípicas de la marginalidad es el de las mujeres en los países islámicos. Algo hemos mencionado ya en otro momento acerca de La bicicleta verde (2012), de la directora saudí Haifa al-Mansour: la discriminación de la mujer a través de las vivencias de una niña, que sintoniza directamente con lo que la directora turca Deniz Gamze Ergüven desarrolla en Mustang (2015). Dos directoras del mundo musulmán para denunciar situaciones oprobiosas de nuestros días.



En el caso de Ergüven no es una sino cinco las chicas que padecen la vergüenza de limitar sus vidas por el hecho de pertenecer al sexo femenino, si bien en el caso de la directora turca las edades van de la adolescencia plena a la preadolescencia y son hermanas. La película intenta decir lo que tiene que decir sin despeñarse por la sima del dramatismo intenso. De hecho, se van combinando situaciones cómicas con situaciones deplorables, pero la trama de Mustang se desenvuelve en episodios miuy forzados, empezando por el planteamiento de base: las hermanas se quedan huérfanas de padre y madre, por lo que son criadas por la abuela, que parece no tener más nietos que ellas, y un tiránico tío, que parece no ser padre de nadie.

Considero por ello que se trata de un filme con un perfil argumental bajo en muchos momentos, en el que alguna de las travesuras de las niñas para conseguir un respiro de libertad son dudosamente creíbles, que va ganando intensidad según se acerca el final, que sí resulta de mi agrado, pero que también ese desenlace exige la benevolencia del espectador.


Indicar por último que pueden observarse en ella dos referencias literarias del siglo XX: las vírgenes suicidas (1993), de Jeffrey Eugenides, y obviamente La casa de Bernalda Alba (1936), de Federico García Lorca.
 
Y por último, la primera del día, a las nueve de la mañana, ha sido Fúsi (2015), para la que se ha propuesto también el título Virgin Mountain, si bien en España se espera que se distribuya con el de Fúsi, que es el nombre del protagonista en el filme, del director islandés Dagur Kári, donde la marginalidad no obedece a razones políticas, como Elser, o religiosas, como Mustang, sino a motivos personales: la excesiva obesidad del protagonista principal y la “rareza” de su carácter: le gusta construir dioramas, precisamente de la Segunda Guerra Mundial, pero, claro, pocos placeres le quedan a quien ha sido excluido socialmente por razones físicas.
En este largometraje observamos algo que viene siendo bastante habitual en el cine europeo contemporáneo: la subordinación de las acciones en los guiones a la construcción del personaje, algo que el propio Kári reconoció en la rueda de prensa posterior a la proyección de su película, puesto que considera, y no va del todo desencaminado, que las acciones se olvidan, pero las personas permanecen en nuestra mente.


 Otra de las cosas que también ha comentado Kári en dicha rueda de prensa ha sido que escribió el guion pensando en Gunnar Jönsson, que está inconmensurable en su papel de Fúsi, que no se imaginaba su película con otro actor, pero que no le dijo nada hasta que estuvo terminado dos años después, por lo que después del todo el trabajo realizado por el director-guionista, comprendió que una negativa de Gunnar hubiera supuesto la no realización de la película. Afortunadamente no fue así.


Cabe señalar, con todo, que Kári no excluye los momentos de comicidad, incluso en un tema tan duro como el tratado en Fúsi. En su opinión, y sin querer quitar méritos a nadie, a una película exclusivamente cómica le falta algo, de la misma manera que a otra exclusivamente trágica también.


Y bueno, solos llegamos a este mundo y solos nos iremos de él, parece ser que quiere decir Kári en su largometraje, pero muy interesante se me antoja el elemento viaje en esta película, pues en ella asistimos a la evolución del estancamiento del protagonista, cuyo trabajo consiste en cargar y descargar maletas de los aviones, pero no ha volado nunca, es decir, la pasividad del viaje, valga la paradoja, a tomar, por fin, un avión.

Fco. Javier Rodríguez Barranco

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