martes, 4 de junio de 2024

MEMORIAS (DEPLORABLES) DE ÁFRICA EN 'UNDER THE HANGING TREE'

 


Pincha aquí para tráiler 

Málaga, 04 de junio de 2024

 


La película namibia Under the Hanging Tree (2023), de Perivi Katjavivi, también guionista, está dedicada al actor David Ndjavera, que forma parte de elenco de este filme interpretando el papel del asesino, formó parte de recién finalizado Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger (FCAT) dentro de la sección oficial a concurso Hipermetropía y, de hecho, su protagonista Girley Jazama fue galardonada con el premio a la Mejor actriz, aunque reconozco que no pude verla durante ese certamen y hube de verla pocos días después, una vez regresado a mi ciudad.

          Y ya que hemos mencionado un galardón, podemos indicar también que Katjavivi fue nominado a mejor realizador dentro de la categoría de Nuevos Directores en el Festival Internacional de Cine de São Paulo.

          Este largometraje de ficción comienza con una invocación a los espíritus de los antepasados para cometer un crimen ritual en la persona de un alemán, quien efectivamente es ahorcado y se inicia así una investigación policial por una agente de Namibia y su ayudante, todo lo cual nos permite iniciar nuestro análisis acerca del choque cultural entre África y Europa, que se observa en muchos aspectos, como el lingüístico, pues unos personajes prefieren la lengua tradicional en esas regiones del desierto del Kalahari, es decir, el  oshivambo y también el herero, frente a otros que utilizan el inglés.


          Hay un trasfondo obvio que remite al pasado como colonia alemana y presente poscolonial de Namibia, cuya historia podemos esbozar muy someramente como un país que formó parte de Sudáfrica con el nombre de África del Sudoeste, hasta que Namibia obtuvo su independencia en 1990, tras una larga serie de guerra de guerrillas, liderada por la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO). Como dato enciclopédico, podemos añadir que, en los meses previos a esa independencia, Naciones Unidas estableció el Grupo de Asistencia de Naciones Unidas a la Transición de Namibia (UNTAG), que fue la primera misión de mantenimiento de paz en que intervino España, acaecido durante la administración de Felipe González.

          Así las cosas, existe en esta cinta un enigmático personaje, que es una mujer blanca, esposa del alemán que luego sería asesinado, que aparece en escena encendiendo unas velas en un altarcito familiar con arreglo al rito ortodoxo. Esta mujer, cuyo nombre no se facilita en la película ejerce un rol de cadena de transmisión o columna vertebral entre el asesinado, los policías investigadores y el asesino, pero sobre goza de una perturbadora obsesión por coleccionar niños namibios, habida cuenta su esterilidad biológica y no creo equivocarme demasiado si sostengo que, si unimos ambas características, es decir, espíritu religioso y esterilidad que supera con los niños africanos,  esa mujer, de aspecto poco tranquilizador, habitante con su marido en una impresionante mansión en medio del desierto, es una personalización o un símbolo de la vieja Europa, que vio en África un gigantesco continente en el que propagar la fe cristiana y superar la carencia de recursos naturales de nuestro continente con los del continente vecino.

          Su actitud es muy sombría, pero posee deslumbrante finca en Namibia, lo que pudiera recordar la situación de la aclamada Memorias de África (1985), de Sidney Pollack, basada en la obra de Isak Dinesen, pero no hay nada en el personaje de Under the Hanging Tree que transmita romanticismo, ni el florecimiento de un bello idilio, según acontece en las memorias de la escritora danesa, sino más bien más bien todo lo contrario: la placidez colonial de los europeos se metamorfosea en pesadilla poscolonial para todos. Tampoco podemos olvidar que el asesinato de europeos fue habitual durante los procesos de emancipación africana, algo de lo que quizá el mejor ejemplo es la masacre de Bvumba, acaecida el 23 de junio de 1978 durante la guerra civil de Rodesia, actual, Zimbabue, cuando un grupo de guerrilleros nacionalistas negros pertenecientes al Ejército Africano para la Liberación Nacional de Zimbabue atacó una misión cristiana y asesinó a todos los misioneros que eran blancos mientras realizaban labores humanitarias, porque las cosas se pusieron así: incluso realizando labores humanitarias, se consideró que los blancos eran enemigos de los negros tras más de cuatro décadas de apartheid en Rodesia.

 

         Por otro lado, en cuanto a las cuestiones técnicas del largometraje de Katjavivi, observamos un tratamiento fílmico muy creativo que podríamos considerar experimental, entre otras cosas porque su película no es realmente un relato policial, puesto que no se muestra en pantalla el desarrollo de la investigación en sí, sino algunos esbozos. Además, las escenas no se suceden de manera natural, ni una es consecuencia de la anterior, sino que más bien se muestran de manera ilógica, no desordenada, pero tampoco siguiendo el proceso de la búsqueda del asesino, a todo lo cual contribuyen unos planos que rompen la dinámica habitual de las películas.

          Las imágenes hablan por sí mismas, dado que los silencios son abundantes. Los encuadres no son los encuadres normales, sino que muchas veces se nos muestra la escena en planos inclinados o en tomas panorámicas del desierto del Kalahari donde los personajes son como hormiguitas en la distancia. Además, la banda sonora, a cargo de Mpumelelo Mcata y João Orecchia, se recrea en lo más contemporáneo de la música clásica con dos aspectos que le son característicos: la desintegración de la melodía y el tono desasosegante, angustioso incluso.

          De manera que hay una voluntad expresa de conseguir un proyecto artístico, experimental, según hemos mencionado más arriba, como también lo hay en otra de las películas que ha pasado este año por el FCAT: Indivision (2023), de la directora marroquí Leïla Kilani, también guionista, premio a la Mejor dirección en este certamen, que reinterpreta La mil y una noches trasladada a los tiempos actuales, mediante una narración absolutamente innovadora, por no decir revolucionaria; todo lo cual demuestra que el cine africano ha alcanzado su mayoría de edad (de hecho, la ha alcanzado hace tiempo), algo que es injustamente desconocido para la inmensa mayoría de espectadores en el mundo. Pincha aquí para traíler de Indivision

Ese sería el telón de fondo de Under the Hanging Tree, es decir, un crimen ritual en la Namibia poscolonial y una, digamos, investigación policial.


Pero hay más, puesto que en un momento dado sabemos que el alemán ahorcado es biznieto de Eugen Fisher, el científico nazi, profesor de medicina, antropología y eugenesia, quien durante la Segunda Guerra Mundial fue el responsable de estudiar la «higiene racial» para enviar a los judíos a exterminar. Un monstruo que consideraba «racialmente defectuosos» a los bastardos y a los enfermos mentales, lo cual expande nuestro análisis hasta el conflicto más atroz que ha conocido la humanidad (hasta que estalle la Tercera Guerra Mundial, algo que cada vez parece más próximo en nuestros días), cuyas consecuencias estamos padeciendo todavía, pues tras el holocausto judío se impuso el Estado de Israel en Palestina, comenzando así uno de los focos más potentes de desestabilización contemporánea, cuya última, hasta ahora, ramificación está teniendo lugar en Gaza en estos momentos.


Resulta pavorosamente casual que el nombre de Fisher fuera Eugen, que es un apelativo de origen griego que significa ‘bien nacido’ o quizá, forzando un poco la semántica, ‘buena genética’, dentro del cual, es obvio, no incluía este científico a todos los diferentes.

En lo que a nuestra película se refiere, Fisher recolectó huesos y cráneos para sus estudios, y realizó experimentos médicos con prisioneros de guerra africanos en Namibia durante el genocidio de Herero y Namaqua[1]. No contento con lo anterior, Fischer también esterilizó a mujeres herero.


Finalmente, y si cambiamos el rumbo de nuestras reflexiones, ustedes me van a perdonar un spoiler tan brutal, pero la última frase de esta película es tremendamente elocuente: «¿Y si estuviéramos todos muertos?», pregunta retóricamente Christine, la joven policía, a su ayudante; una cuestión que vincula esta película con la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, donde todos los personajes están muertos y el pasaje desolado que recorre Pedro en Comala es el infierno, algo de lo cual también se trata en Under the Hanging Tree, pues la mujer alemana a la que nos hemos referido más arriba pontifica en un determinado momento: «Un árbol no puede llegar al cielo si sus raíces no tocan el infierno». Y esta obra nos elevamos así a un plano metafísico, donde la clave viene en una de las primeras escenas cuando la policía conduce su coche y escucha por la radio: «Hay tres planos para el entendimiento: tenemos el intelecto, somos criaturas espirituales y vivimos en cuerpos físicos».


Por eso la secuencia de imágenes no es la lógica, ni siquiera aunque aceptáramos una técnica tan fílmica y literaria como los saltos en el tiempo, puesto que no hay tales avances y retrocesos temporales, sino que todo acontece simultáneamente: cada escena tiene valor por sí misma, sin que necesiten un antes ni un después, y todas ellas se hallan en un mismo plano temporal, aunque haya sido necesario hilvanarlas en una determinada secuencia para mostrarlas en este filme. Almas muertas en la eternidad del infierno.

Y es que el árbol, que para Antonio Machado era un símbolo del ser humano, en Under the Hanging Tree se convierte en el símbolo de la vida, la madre de la que todos procedemos y lo que verdaderamente se halla debajo del árbol donde han colgado al alemán biznieto de Fisher somos todos nosotros, homínidos insignificantes que vagamos por el desierto.

El árbol, en general, y el árbol de los ahorcamientos, en particular, simbolizaría nuestro paso por la Tierra.

No, desde luego que no hay espacio para la memoria nostálgica de África en Under the Hanging Tree.

Francisco Javier Rodríguez Barranco








[1] El genocidio de los hereros y nama empezó ya en 1904 y llegó hasta 1907, durante la repartición de África. Se considera que es el primer genocidio del siglo xx.1​ El 12 de enero de 1904 los hereros, comandados por el jefe Samuel Maharero, se rebelan contra el dominio colonial alemán. En agosto el general Lothar von Trotha derrotó a los hereros en la batalla de Waterberg y los persiguió por el desierto de Omaheke, donde la mayoría de los hereros murieron de deshidratación. En octubre los namaquas también se levantaron en armas contra los alemanes y fueron tratados de manera similar. En total entre veinticuatro mil y sesenta y cinco mil hereros (aproximadamente el 50% o 70% del total de la población herero), y diez mil namaquas (50% del total de la población namaqua) perecieron. Tres hechos caracterizaron a este genocidio: la muerte por inanición, el envenenamiento de los pozos utilizados por los hereros y namaquas, y el acorralamiento de los nativos en el desierto de Namibia. Véase en Wikipedia, concretamente en: https://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_herero_y_namaqua


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