Pulsa aquí para clip de Bazigaga
Tarifa, 30 de mayo y 1 de junio de 2024
«Bazigaga» (2022) ha sido el cortometraje ganador
en la sección En breve del 21 Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger
(FCAT). Se trata de una obra de ficción y una ambiciosa coproducción entre
Francia, Reino Unido y Bélgica, dirigido por la escritora, actriz y directora
ruandesa-británica Jo Ingabire Moys, un filme que fue nominado al BAFTA, además
de una exitosa carrera entre nominado y ganador en festivales de los cinco
continentes[1].
En cuanto a «Bazigaga», podemos considerar que la trama se
inscribe dentro de un eje de coordenadas, cuyos eje de ordenadas sería el odio
de los hutus hacia los tutsis, es decir, el odio a ras de tierra y, por tanto,
horizontal; mientras que las abscisas estarían definidas por el odio de las
prácticas monoteístas cristinas hacia las tradiciones seculares africanas, es
decir, un odio que se eleva sobre la condición terrena y, por tanto, vertical.
Observamos, en efecto, que el episodio
narrado en este corto consiste en la implacable persecución de las milicias
hutus contra un pastor protestante y su hija, quienes se refugian en la cabaña
de una bruja, lo que provoca una situación extraña, que puede resumirse en un
pequeño detalle: la tensión acumulada provoca una cefalea al pastor y por eso le
pide una aspirina a la supuesta bruja, quien le responde que en su casa no
entra veneno. Comprobamos así el choque cultural entre los hábitos introducidos
por los blancos y la cultura ancestral africana. Tras ello, la mujer aplica al
religiosa lo que piensa que le sanará y así es, pues el pastor duerme
plácidamente esa noche y al día siguiente ha desaparecido su dolor de cabeza.
Pero, además de esas posiciones ideológicas enfrentadas, quiero llamar la atención sobre algo que pertenece al común de los mortales, perfectamente definido por Fernando Aínsa en su obra Necesidad de la utopía, y que consiste en el soñar despierto, un impulso que mueve a las sociedades, según afirma el filósofo uruguayo: «Se trata del acto del “soñar diurno” acompañado del coraje necesario para tratar que “los castillos en el aire de hoy puedan ser los palacios de mañana”, como propone el autor de El principio de esperanza[3]». Cita Aínsa también a Tillich, quien no puede plantear la cuestión con mayor claridad: «ser hombre significa tener una utopía»[4]. A sensu contrario, una persona sin utopía es apenas un muñoncito de persona.
Sin
embargo, la utopía, una vez lograda, requiere aislamiento para que no se
contamine, lo que se logra protegiéndola con barreras infranqueables, según se
practica en las urbanizaciones más lujosas en todo el mundo para salvaguardar sus
arcadias burguesas, según vemos, por ejemplo, a la película
mexicana-española-argentina La zona
(2007), de Rodrigo Plá; o bien situándola
en lugares de difícil acceso, como lo más intrincado de la jungla, según narra
Alejo Carpentier en Los pasos perdidos;
o poco recomendables debido a sus condiciones insalubres, que es la principal
característica de la isla en que transcurre la acción de La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares. El caso es mantener
su pureza intacta, pues la utopía es demasiado sensible a la presencia de
cuerpos extraños.
Y sin duda que las islas son las
regiones utópicas por excelencia, al menos desde que Platón intuyó su Atlántida,
pero acabamos de comentar que también son válidos los lugares a donde llega
nadie, por un motivo u otro, según le sucede a la mujer protagonista de «Bazigaga”, quien vive sola en una cabaña
perdida en la selva, adonde no se acerca ningún ser humano por temor a la magia
negra de esa mujer y, por ello, el miedo a los supuestos poderes de la presunta
bruja se configura como argumento eficaz para que la, digamos, bruja mantenga
para sí la minúscula parcela del paraíso en que vive.
Pulsa aquí para tráiler de Omi Nobu
Pasamos así a otro filme directamente relacionado con la soledad, como es el documental caboverdiano Omi Nobu (2022), segundo trabajo del realizador Carlos Yuri Ceuninck, una cinta galardonada al Mejor documental en el Festival Panafricano de Cine y Televisión de Uagadugú (FESPACO), así como Mención de Honor al Mejor documental de mediometraje en el Festival Internacional de Documentales Hot Docs de Canadá. Una obra, en todo caso, que se sitúa a caballo entre el mediometraje y el largometraje, pues dura poco más de una hora.
Las ruinas de las casas que se ven en
pantalla están construidas con piedra volcánica y el éxodo se produjo durante
la década de los ochenta cuando una piedra cayó de la montaña, también
volcánica, aplastó una de esas viviendas y mató a un joven. Tras esa tragedia,
el resto de los habitantes de Ribeira Funda decidieron emigrar a un lugar más
seguro, salvo Regino Quirino, que permaneció obstinadamente, dedicado a lo que
había sido su modo tradicional de vida: pescando en el océano de ocho de la
mañana a las tres de la tarde y en su humilde vivienda hasta que se pone el
sol, confiando tan solo en sus manos para remar y pescar y las piernas para
desplazarse, sin más compañía que la de Dios, según él mismo manifiesta, aunque
también dispone de una radio, gracias a la cual escucha a Cesárea Évora o
recibe noticias del exterior, como la aparición del primer caso de COVID en
Cabo Verde en la persona de un turista inglés.
La voz narradora es la del mismo Regino o la
de su hermana, pues la película termina pocos meses después del fallecimiento
de Quirino, que es enterrado entre música y cantos, de manera similar a los
funerales sincréticos de los afroamericanos en Nueva Orleáns.
La isla permite regiones idílicas para el
establecimiento de una determinada comunidad, pero en una isla también se puede
lograr una utopía personal, como es el caso real de Regino, y una casa aislada
acoge la utopía de Bizagaga en el cortometraje homónimo recién comentado.
A modo de resumen, una guerra desbarata la
pequeña utopía de la supuesta bruja en «Bizgaga» y esa compañera fiel llamada muerte,
con la decrepitud previa que implica, descompone la soledad idílica de Regino
cuando comprende que sus piernas ya no dan más de sí y decide mudarse donde su
hermana, lo cual se muestra en pantalla mediante una escena de gran carga melancólica.
Y es que, seamos sinceros, la soledad es un
bien demasiado precioso para compartirla con nadie.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
[1] Véase la relación completa en:
https://www.imdb.com/title/tt16247282/awards/?ref_=tt_ql_op_1
[2] Véanse en concreto las páginas 288 a
294 de esa obra (Málaga, Ediciones Azimut, 2021).
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