Málaga, 04 de junio de 2024
Y ya que hemos mencionado un galardón,
podemos indicar también que Katjavivi fue nominado a mejor realizador dentro de
la categoría de Nuevos Directores en el Festival Internacional de Cine de São
Paulo.
Este largometraje de ficción comienza
con una invocación a los espíritus de los antepasados para cometer un crimen
ritual en la persona de un alemán, quien efectivamente es ahorcado y se inicia
así una investigación policial por una agente de Namibia y su ayudante, todo lo
cual nos permite iniciar nuestro análisis acerca del choque cultural entre
África y Europa, que se observa en muchos aspectos, como el lingüístico, pues
unos personajes prefieren la lengua tradicional en esas regiones del desierto
del Kalahari, es decir, el oshivambo y
también el herero, frente a otros que utilizan el inglés.
Así las cosas, existe en esta cinta un
enigmático personaje, que es una mujer blanca, esposa del alemán que luego
sería asesinado, que aparece en escena encendiendo unas velas en un altarcito
familiar con arreglo al rito ortodoxo. Esta mujer, cuyo nombre no se facilita
en la película ejerce un rol de cadena de transmisión o columna vertebral entre
el asesinado, los policías investigadores y el asesino, pero sobre goza de una
perturbadora obsesión por coleccionar niños namibios, habida cuenta su
esterilidad biológica y no creo equivocarme demasiado si sostengo que, si
unimos ambas características, es decir, espíritu religioso y esterilidad que
supera con los niños africanos, esa
mujer, de aspecto poco tranquilizador, habitante con su marido en
una impresionante mansión en medio del desierto, es una personalización o un
símbolo de la vieja Europa, que vio en África un gigantesco continente en el
que propagar la fe cristiana y superar la carencia de recursos naturales de
nuestro continente con los del continente vecino.
Las imágenes hablan por sí mismas,
dado que los silencios son abundantes. Los encuadres no son los encuadres
normales, sino que muchas veces se nos muestra la escena en planos inclinados o
en tomas panorámicas del desierto del Kalahari donde los personajes son como
hormiguitas en la distancia. Además, la banda sonora, a cargo de Mpumelelo
Mcata y João Orecchia, se recrea en lo más contemporáneo de la música clásica
con dos aspectos que le son característicos: la desintegración de la melodía y
el tono desasosegante, angustioso incluso.
De manera que hay una voluntad expresa
de conseguir un proyecto artístico, experimental, según hemos mencionado más
arriba, como también lo hay en otra de las películas que ha pasado este año por
el FCAT: Indivision (2023), de la
directora marroquí Leïla Kilani, también guionista, premio a la Mejor dirección
en este certamen, que reinterpreta La mil
y una noches trasladada a los tiempos actuales, mediante una narración
absolutamente innovadora, por no decir revolucionaria; todo lo cual demuestra
que el cine africano ha alcanzado su mayoría de edad (de hecho, la ha alcanzado
hace tiempo), algo que es injustamente desconocido para la inmensa mayoría de
espectadores en el mundo. Pincha aquí para traíler de Indivision
Ese sería el telón de fondo de Under the Hanging Tree, es decir, un
crimen ritual en la Namibia poscolonial y una, digamos, investigación policial.
En lo que a nuestra película se refiere,
Fisher recolectó huesos y cráneos para sus estudios, y realizó experimentos
médicos con prisioneros de guerra africanos en Namibia durante el genocidio de
Herero y Namaqua[1].
No contento con lo anterior, Fischer también esterilizó a mujeres herero.
Y es que el árbol, que para Antonio Machado
era un símbolo del ser humano, en Under
the Hanging Tree se convierte en el símbolo de la vida, la madre de la que
todos procedemos y lo que verdaderamente se halla debajo del árbol donde han
colgado al alemán biznieto de Fisher somos todos nosotros, homínidos
insignificantes que vagamos por el desierto.
El árbol, en general, y el árbol de los
ahorcamientos, en particular, simbolizaría nuestro paso por la Tierra.
No, desde luego que no hay espacio para la
memoria nostálgica de África en Under the
Hanging Tree.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
[1] El genocidio de los hereros y nama empezó ya en 1904 y llegó hasta 1907, durante la repartición de África. Se considera que es el primer genocidio del siglo xx.1 El 12 de enero de 1904 los hereros, comandados por el jefe Samuel Maharero, se rebelan contra el dominio colonial alemán. En agosto el general Lothar von Trotha derrotó a los hereros en la batalla de Waterberg y los persiguió por el desierto de Omaheke, donde la mayoría de los hereros murieron de deshidratación. En octubre los namaquas también se levantaron en armas contra los alemanes y fueron tratados de manera similar. En total entre veinticuatro mil y sesenta y cinco mil hereros (aproximadamente el 50% o 70% del total de la población herero), y diez mil namaquas (50% del total de la población namaqua) perecieron. Tres hechos caracterizaron a este genocidio: la muerte por inanición, el envenenamiento de los pozos utilizados por los hereros y namaquas, y el acorralamiento de los nativos en el desierto de Namibia. Véase en Wikipedia, concretamente en: https://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_herero_y_namaqua