sábado, 13 de junio de 2015

CONFLICTO DE REALIDADES EN "PHOENIX"



http://www.filmaffinity.com/es/film315178.html

            Cuando uno lee la sinopsis de Phoenix (2014), de Christian Petzold, adaptación de la novela Regreso de las cenizas, de Hubert Monteihet, uno piensa, cito literalmente de mis pensamientos: “¡Coño, una película con guion!”; lo cual implica una cierta novedad con respecto a un panorama actual en el que la creación de los personajes prima sobre el argumento, y eso es algo que no me molesta en absoluto: lo único que quiero comentar es que la sinopsis de Phoenix me pareció una nada desdeñable novedad. Pero ahí queda todo. Quiero decir que la historia va poco más allá de lo que el resumen oficial de la película desvela.

            En la historia del cine hay una película por excelencia que aborda el regreso de la guerra, quiero decir la falsa vuelta de la guerra. Me refiero a El regreso de Maritn Guerre (1982), de Daniel Vigne, con Gerard Depardieu y Natahlie Baye, basado en una historia real, ambientado en las guerras europeas del siglo XVI, en las inagotables guerras europeas del siglo XVI, quiero decir. Justo diez años después, la industria cinematográfica de Hollywood alumbró Sommersby, de Jon Amiel, ambientada en la guerra civil norteamericana: qué se le va a hacer, tiene que haber de todo, pero hay que ver lo que les gusta a los estadounidenses los filmes franceses. Pues bien, lo que Phoenix plantea es una historia similar, pero totalmente diferente: no es un hombre quien regresa, sino una mujer; y no lo hace de la guerra, sino de los campos de concentración. Concretamente, Auschwitz.

            He leído en alguna página de crítica cinematográfica que el guion es absurdo, lo cual me parece un pelín exagerado, pero no del todo desacertado. El argumento exige, eso sí, la benevolencia del espectador, pero absurdo, absurdo, lo que se dice absurdo, yo no lo calificaría como absurdo, y quiero, de hecho, destacar las cosas positivas que he apreciado, o he creído apreciar en esta película de Petzold.

 
            En primer lugar, la mera circunstancia de que se trate de una versión sesgadamente subversiva de El regreso de Martin Guerre ya me parece algo destacable. Pero hay más y quiero mencionar también el ejercicio de intrahistoria que Phoenix plantea, dado que este largometraje no nos sitúa directamente ante el horror de los campos de concentración. Ni siquiera está rodado en uno de ellos, sino que la acción se sitúa en la primera posguerra en Alemania, tras la contienda mundial. El filme se plantea, pues, mostrar en escenas cómo afectó a la vida de una pareja las monstruosidades de ese conflicto, y de ahí, por extrapolación, comprender cómo afectó al resto de la población del planeta, en general, y de los judíos, en particular.


             Me parece también interesante comprobar una vez más cómo el telón de fondo de la música es el contexto ideal para exhibir la degradación humana, habida cuenta que de los dos protagonistas, ella es cantante y él, pianista. Un cameo también para un violinista sulfúrico y, por lo tanto, escéptico.

           Otra cuestión interesante, a mi modo de ver, es el conflicto de realidades que esta producción ofrece, puesto que se trata de una guerra real, lamentablemente demasiado real, que da pie a la novela-película de Monteihet-Perzold, productos ambos de ficción, donde a su vez se plantea otra vuelta de tuerca inventando otra realidad, que es nueva para él, el pianista, pero totalmente cierta para ella, la cantante. Quizá falte un poco de verosimilitud para esta última parte del entramado de realidades sucesivas y simultáneas, pero la idea básica que subyace en ese modo de narrar historias me parece, cuando menos, mencionable. La realidad de las cenizas. La realidad del ser humano.

            Por otro lado, para un final tan abierto como el que plantea Petzold en Phoenix habría que remontarse hasta muy atrás en la historia del cine. Quizá hasta, salvando las disancias, por supuesto,  Lo que el viento se llevó. No voy a revelar dicho final, pero quizá sea lo mejor de la película.


             En definitiva, una producción que trata de los horrores del holocausto judío, sin mostrar ni una sola imagen de los campos de concentración: muy al contrario, se deja todo a los efectos en la vida cotidiana de las personas en la inmediata posguerra. Magnífica la interpretación de Nina Hoss, y un filme que debe valorarse más en las intenciones que en los logros.

Francisco Javier Rodríguez Barranco

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