1 de junio de 2022
Pulsa aquí para ver el
tráiler de Sia, un rêve du Python.
Bida significa ‘boa’ o pitón’ en soninké, cuyos hablantes
se distribuyen entre de Malí, Senegal,
Mauritania, Guinea Bissau y Burkina Faso. En esencia, se trata de una leyenda
medieval vinculada al reino de Uagadú, según la cual Bida protege a Ouagadou y
a la familia gobernante Cissé de manera totalmente generosa y altruista,
siempre y cuando se le ofrezca regularmente el sacrificio de una niña (una
veinteañera virgen en el caso de la película de Kouyaté): en el fondo se trata
de una boa bastante predecible. Hasta que un hombre mata a la serpiente cuando
se prepara a devorar a Sia, su víctima anual. Existen muchas variantes del
mito, según regiones, etnias y lenguas, pero se considera que la muerte de la
pitón es una metáfora de la decadencia del reino Uagadú, que procede del
imperio de Ghana, fundado en el siglo IV, antes de Cristo, por la dinastía
Cissé Tounkara.
No es difícil observar, pues, un estrecho
vínculo entre cine africano e historia del continente, que ha sido destacado
por los estudiosos del tema, como, por citar un solo ejemplo, M.ª Victoria
Ordóñez, quien afirma:
Desde
su nacimiento el cine subsahariano mostró un especial interés por la Historia
que ha ido manifestándose de formas diversas en estos cincuenta años. Casi
todas las películas presentan un rasgo común: el papel responsable y activo de
los africanos y africanas en su realidad histórica, que entronca con la
responsabilidad asumida por los propios directores, consciente o
inconscientemente, como griots.[1]
No contento con dar vida a un mito que ha circulado de boca
en boca en las aldeas de África Occidental durante milenios, Kouyaté “comete”
la osadía de convertir al espectador en un miembro más de los congregados
alrededor del Árbol de la Palabra, es decir, el espectador en la sala de cine
deja de ser espectador para convertirse en oidor de una narración que pertenece
a la tradición oral africana quizá desde que el mundo es mundo.
La palabra así se convierte en la gran protagonista de esta
cinta, que cuenta con una base factual muy poderosa, pero que, ya lo hemos
dicho, no se muestra directamente en la pantalla.
Todo el filme se articula alrededor de lo que uno y otro
personaje dicen, con actitudes y lealtades cambiantes: no resulta extraño, por
lo tanto, que uno de los principales asesores del rey sea quien mejor maneja la
palabra, es decir, un poeta, o el Poeta, según se lee en los subtítulos.
Y no me resigno a finalizar esta reseña sin un breve
apunte, que quizá sea fruto de mi propia visión del mundo, pero me parece
advertir en este largometraje de Kouyaté una atmósfera que recuerda las
tragedias shakesperianas inspiradas en reinos medievales, como, por ejemplo, Ricardo III, no en cuanto a la trama en
sí, sino, más bien, insisto, en el espíritu de la obra. Al fin y al cabo, tal y
como afirmó el dramaturgo de Stratford-upon-Avon, concretamente en La tempestad, “We are such stuff as
dreams are made on”, ‘Estamos hechos de la misma materia que los sueños’, y la
película que nos ocupa va precisamente de eso: del sueño de la serpiente.
Pulsa aquí para ver el
tráiler de The Rumba Kings.
Este documental recorre los cuarenta años de máximo
esplendor de la rumba congoleña, es decir, los que van de 1940 a 1980, sobre
testimonios de músicos y vocalistas que participaron plenamente de aquella
eclosión musical, ambientado todo ello en la situación de esclavitud que había
impuesto Bélgica en el Congo.
Por ello, había dos barrios infranqueables en la actual
Kinsasa, anteriormente Léopoldville: el de los blancos y el de los negros, es
decir, un apartheid en toda regla, de
tal manera que en la zona de los negros se gestó un ambiente de bares para
bailar por las tardes y olvidar así las penurias de unas condiciones laborales
inhumanas. En un primer momento, la música que se componía y se escuchaba en
Léopoldville era fruto del proceso de asimilación y fusión de las diferentes
músicas que se tocaban en el Congo, pues esta ciudad se convirtió en destino de
emigración desde diferentes lugares del país cuando se convirtió en capital de
la colonia. Esa situación auspició el florecimiento y pujanza de la industria
discográfica.
Otro hito importante de todo lo que estamos contando,
aunque algo posterior, es el nacimiento de la Ok Jazz, cuyo líder fue Franco,
virtuoso guitarrista cuya imagen aparece en la cartelera del documental que nos
ocupa. Las principales aportaciones de Franco fueron dos: la consagración de la
guitarra eléctrica como instrumento fundamental de la rumba congoleña y la
inspiración única en la tradición musical de este país, olvidando la influencia
cubana. Añadir también que Franco se inspiró en detalles y pequeños sucesos de
la vida cotidiana de su vecindario para las letras de los temas que compuso.
Un detalle muy importante desde el punto de vista de la
musicología, es que esta rumba congoleña auspiciada por Franco introdujo una
tercera guitarra entre las dos clásicas del rock:
la mi solo, con una tonalidad intermedia y que exige gran destreza para no
invadir los acordes propios de ambas guitarras rockeras.
Llegamos así a enero de 1960, cuando empiezan las
conversaciones en Bruselas que conducirían a la independencia del Congo el 30
de junio de ese año, y, quizá por el frío de invierno en lo que hoy en día es
la capital de la Unión Europea, o quizá por la previsible nostalgia, la
delegación congoleña estuvo compuesta por dos grupos con igual importancia: los
políticos, entre los que se encontraba Patrice Lumumba, que fue el primero que
ocupó el cargo de primer ministro de la República Democrática del Congo, y una
selección de músicos de la Ok Jazz y African Jazz, entre los que destacó Doctor
Nico, cuyo virtuosismo fascinó a los europeos. Así, cuando terminaba la jornada
negociadora, europeos y congoleños acudían al Hotel Plaza para disfrutar los ritmos
de este país, todo lo cual permitió dar visibilidad (acustibilidad, quizá, con
más propiedad) internacional a la rumba congoleña.
A modo de resumen, podemos enumerar las siguientes frases
escuchadas durante la película, que cito de memoria:
-
Entre 1940 y 1980, Léopoldville-Kinsasa se
convirtió en un enclave cultural de la importancia de Harlem en la ciudad de
Nueva York.
-
Los músicos de la rumba congoleña no tienen
nada que envidiar a los grandes nombres del jazz norteamericano de la época,
como Coltrane, Davis o Monk.
-
La música es el puente entre el cuerpo y el
alma.
-
La rumba congoleña es un estado de ánimo. La
rumba congoleña es pasión de vida.
-
Congo goza de grandes riquezas, como el
coltán o los diamantes, sin embargo, su principal riqueza es la música.
Esa última
cita abre y cierra la película: la música como reivindicación de la identidad
cultural de un pueblo; la música para bailar; la música para unir los
corazones; la música para unir a los pueblos.
Así sea.
Pulsaaquí para un vídeo de “Independece Cha Cha”.
Fco. Javier Rodríguez Barranco
PD.-
He utilizado los adjetivos blanco y negro para referirme a europeos y
africanos, respectivamente, sin ningún tipo de intención peyorativa, sino que
son exactamente los términos que se escuchan en el francés de The Rumba Kings: blancs y noires.
[1]
M.ª Victoria Ordóñez del Pino, «La docencia de la historia de África subsahariana a
través del cine africano», en Quaderns de cine, número 7, 2011: Cine y
África, Vicerectorat d'Extensió Universitària, Universitat d'Alacant, p. 20.
Hemos respetado la literalidad en letra no cursiva aunque no se documenta en el
DRAE el último vocablo de esta cita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario