miércoles, 1 de mayo de 2019

"EL ÁRBOL DE LAS PALABRAS" EN EL FESTIVAL DE CINE AFRICANO DE TARIFA (FCAT)



            Hoy miércoles 1 de mayo se ha inaugurado en el Casino Tarifeño la sección “El árbol de las palabras” en el Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT), que se trata de un foro para analizar la problemática del séptimo arte en ese continente y que celebra este año su séptima edición, todo ello previo a los “Aperitivos de cine” de que luego hablaremos.


            El programa de hoy se ha desarrollado en tres sesiones:
a)    Contextualización: Cines de África en un mercado global.
b)    El acceso de las obras cinematográficas africanas y de la diáspora a la difusión cultural en Europa.
c)    Circulación de obras africanas en sus mercados internos: el África del cine off-line y on-line.
Una buena manera de recordar que por debajo del estrecho de Gibraltar existe una creatividad desbordante en busca de distribución.
En cuanto a los “Aperitivos de cine”, tres han sido los invitados. Por orden de intervención: Aïcha Boro, directora del documental Le Loup d’or, Mohamed el Khatib, director de Renault 12, y Bouslama Chamkh, director del cortometraje “LeFleuriste”.


Ésta es la sinopsis de Le Loup d’or:

“En el corazón de Uagadugú, capital de Burkina Faso, existe una cantera de granito donde casi 2.500 personas, hombres, mujeres y niños, trabajan en condiciones dantescas para reunir los escasos recursos que les permitirán sobrevivir otro día… El salario diario de un hombre es aproximadamente de 600 francos CFA (el equivalente a un euro); el de una mujer y un anciano, de unos 300, y un niño no ganará más de 200. Una población de esclavos de la era moderna, explotados por vendedores de granito sin escrúpulos y marginados por una sociedad que se niega a verlos.”
           Y lo que Aïcha ha querido destacar en su intervención son la dos enormes injusticias sociales de esos trabajadores en la cantera de granito: por un lado las penosísimas condiciones laborales en sí y, por otro, el hecho de que la sociedad ignore lo que está ahí sucediendo: básicamente una situación de esclavitud desde el nacimiento hasta la muerte realizando un trabajo muy duro.
            Renault 12 es una road movie, pero sobre todo es un documental, es una tragedia, pero también es una comedia, o casi que nos atreveríamos a decir que es más comedia que tragedia, si bien los hechos que cuenta son absolutamente reales; es social, pero también es autobiográfico, de la mano de un director que se confiesa como no cineasta, sino hombre de teatro.
            Todo arranca con una llamada de teléfono que recibe el director-protagonista y ésta es su sinopsis:

            “Al poco tiempo de la muerte de su madre, el dramaturgo y director de teatro Mohamed El Khatib recibe una llamada de su tío desde Bab Berred, el pueblo de la familia en las montañas del Rif, en Marruecos, indicándole que vaya cuanto antes para recibir su herencia, e insistiendo en que haga el viaje en un Renault 12. El Khatib decide ir desde Orleáns a Tánger. Con la misma estructura que una road movieRenault 12 también es el intento por parte del director de descubrir sus orígenes, documentar encuentros inesperados y poner en escena situaciones para alumbrar paisajes sociales, políticos y culturales.”
           El director, ya hemos mencionado que no se considera cineasta sino hombre de teatro, empezó todo grabando la voz de su madre en el hospital y continúa rodando durante su viaje por Francia, España, el estrecho y Marruecos sin la menor intención de obtener una película: de hecho, sin ni siquiera guion. Sin embargo, en la fase de posproducción, comprendió el vigor fílmico de sus imágenes y decidió confeccionar esta película.

       Por fin, "Le Flouriste" puede resumirse en esta sinopsis: “Al ser agredido constantemente por el mundo exterior, un solitario florista decide actuar para que todo cambie.”         
            El director, que tampoco procede del mundo del cine, sino de la arquitectura, ha querido en su cortometraje denunciar la banalización del horror. En sus propias palabras, que cito de memoria, nos hemos acostumbrado tanto a recibir noticias sobre atentados, que si un día no ha habido ninguna acción violenta, parece que nos falta algo.      
Todo eso durante la mañana y el mediodía y en el momento de redactar estas notas, cuando todavía no han comenzado las proyecciones de la jornada, se siente uno deliciosamente invadido por los efluvios del cine y es que el Festival de Tarifa es así: más que un festival de cine, se trata de una actitud levantada sobre una ciudad única por su estética y por su posición geográfica.

El Festival de Cine Africano de Tarifa huye del postureo, la alfombra roja, los photocalls y los famosetes de turno para dar voz a los invisibles y luz a los mudos. El Festival de Cine Africano de Tarifa, en un ambiente de magia eólica, se erige como un plasma cultural que impregna a quienes están dispuestos a un mínimo esfuerzo de permeabilidad: mirar con otros ojos, recibir la diferencia. Todo ello para comprender lo distintos que somos y los próximos que estamos al continente situado al sur de Europa.
Si alguna vez el cine fue solidaridad, desde luego que el Festival de Cine Africano de Tarifa cumple sobradamente esa función.

Francisco Javier Rodríguez Barranco















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