Hoy miércoles 1 de mayo se ha inaugurado en el Casino Tarifeño
la sección “El árbol de las palabras” en el Festival de Cine Africano de Tarifa
(FCAT), que se trata de un foro para analizar la problemática del séptimo arte
en ese continente y que celebra este año su séptima edición, todo ello previo a
los “Aperitivos de cine” de que luego hablaremos.
El programa de hoy se ha desarrollado en tres sesiones:
a) Contextualización:
Cines de África en un mercado global.
b) El
acceso de las obras cinematográficas africanas y de la diáspora a la difusión
cultural en Europa.
c) Circulación
de obras africanas en sus mercados internos: el África del cine off-line y on-line.
Una
buena manera de recordar que por debajo del estrecho de Gibraltar existe una creatividad
desbordante en busca de distribución.
En
cuanto a los “Aperitivos de cine”, tres han sido los invitados. Por orden de
intervención: Aïcha Boro, directora del documental Le Loup d’or, Mohamed el Khatib, director de Renault 12, y Bouslama Chamkh, director del cortometraje “LeFleuriste”.
Ésta
es la sinopsis de Le Loup d’or:
“En
el corazón de Uagadugú, capital de Burkina Faso, existe una cantera de granito
donde casi 2.500 personas, hombres, mujeres y niños, trabajan en condiciones
dantescas para reunir los escasos recursos que les permitirán sobrevivir otro
día… El salario diario de un hombre es aproximadamente de 600 francos CFA (el
equivalente a un euro); el de una mujer y un anciano, de unos 300, y un niño no
ganará más de 200. Una población de esclavos de la era moderna, explotados por
vendedores de granito sin escrúpulos y marginados por una sociedad que se niega
a verlos.”
Y lo que Aïcha ha querido destacar en su intervención son
la dos enormes injusticias sociales de esos trabajadores en la cantera de
granito: por un lado las penosísimas condiciones laborales en sí y, por otro,
el hecho de que la sociedad ignore lo que está ahí sucediendo: básicamente una
situación de esclavitud desde el nacimiento hasta la muerte realizando un
trabajo muy duro.
Renault 12 es
una road movie, pero sobre todo es un
documental, es una tragedia, pero también es una comedia, o casi que nos
atreveríamos a decir que es más comedia que tragedia, si bien los hechos que
cuenta son absolutamente reales; es social, pero también es autobiográfico, de
la mano de un director que se confiesa como no cineasta, sino hombre de teatro.
Todo arranca con una llamada de teléfono que recibe el
director-protagonista y ésta es su sinopsis:
“Al poco tiempo de la muerte de su madre, el dramaturgo y
director de teatro Mohamed El Khatib recibe una llamada de su tío desde Bab
Berred, el pueblo de la familia en las montañas del Rif, en Marruecos,
indicándole que vaya cuanto antes para recibir su herencia, e insistiendo en
que haga el viaje en un Renault 12. El Khatib decide ir desde Orleáns a Tánger.
Con la misma estructura que una road
movie, Renault 12 también es el intento por parte del director
de descubrir sus orígenes, documentar encuentros inesperados y poner en escena
situaciones para alumbrar paisajes sociales, políticos y culturales.”
El director, ya hemos mencionado que no se considera
cineasta sino hombre de teatro, empezó todo grabando la voz de su madre en el
hospital y continúa rodando durante su viaje por Francia, España, el estrecho y
Marruecos sin la menor intención de obtener una película: de hecho, sin ni
siquiera guion. Sin embargo, en la fase de posproducción, comprendió el vigor
fílmico de sus imágenes y decidió confeccionar esta película.
Por fin, "Le
Flouriste" puede resumirse en esta sinopsis: “Al ser agredido constantemente
por el mundo exterior, un solitario florista decide actuar para que todo
cambie.”
El director, que tampoco procede del mundo del cine, sino
de la arquitectura, ha querido en su cortometraje denunciar la banalización del
horror. En sus propias palabras, que cito de memoria, nos hemos acostumbrado
tanto a recibir noticias sobre atentados, que si un día no ha habido ninguna
acción violenta, parece que nos falta algo.
Todo
eso durante la mañana y el mediodía y en el momento de redactar estas notas,
cuando todavía no han comenzado las proyecciones de la jornada, se siente uno
deliciosamente invadido por los efluvios del cine y es que el Festival de Tarifa
es así: más que un festival de cine, se trata de una actitud levantada sobre
una ciudad única por su estética y por su posición geográfica.
El
Festival de Cine Africano de Tarifa huye del postureo, la alfombra roja, los photocalls y los famosetes de turno para
dar voz a los invisibles y luz a los mudos. El Festival de Cine Africano de
Tarifa, en un ambiente de magia eólica, se erige como un plasma cultural que
impregna a quienes están dispuestos a un mínimo esfuerzo de permeabilidad:
mirar con otros ojos, recibir la diferencia. Todo ello para comprender lo
distintos que somos y los próximos que estamos al continente situado al sur de
Europa.
Si
alguna vez el cine fue solidaridad, desde luego que el Festival de Cine
Africano de Tarifa cumple sobradamente esa función.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
No hay comentarios:
Publicar un comentario