1 de mayo de 2023
La
tarde de hoy ha traído dos películas que coinciden en varios puntos: pertenecen
ambas a la sección que conmemora el vigésimo aniversario del FCAT “Es al final
de la vieja cuerda que se teje la nueva”, de la que ya hemos hablado en algún
artículo anterior; a pesar de haber sido dirigidas por hombres, se centran en
la problemática de la mujer; en ambas subyace la lacra de la prostitución como
telón de fondo; y las dos fueron rodadas el mismo año, concretamente, 2012. Se
diferencian, eso sí, en los países de producción, pues la primera en
proyectarse ha sido la guineana Morbayassa,
de Cheick Fantamady Camara, tristemente fallecido en Francia a la edad de 56
años, y la segunda, la mozambiqueña Virgem
Margarida, de Licínio Azevedo.
El
argumento de Morbayassa describe las
vicisitudes de una sensual mujer guineana obligada a prostituirse en Dakar, lo
cual incide directamente en una de las principales lacras sociales del
continente situado en el sur de Europa: el tráfico humano. Corrupción y extorsiones,
ante la inoperancia de la ONU, son otras de las dinámicas degradantes
denunciadas nítidamente en este filme. Y poco a poco vamos sabiendo que esta
mujer tuvo una hija a los diecisiete años, que es la edad de su hija en ese
momento, a quien abandonó en la puerta de un dispensario al nacer y fue
adoptada por una familia francesa que vive en París.
Por
ello, media película, más o menos, transcurre en Dakar y la otra en París, lo
que significa una tristemente sarcástica evocación de famoso rally. Y es muy
curioso que la principal protagonista, soberbiamente interpretada por Fatoumata
Diawara, se hace llamar mediante un nombre europeo en África, concretamente,
Bella, y por un nombre africano, que es el suyo verdadero, en Europa, concretamente,
Koumba.
Resulta obvio que la mujer es el eje de este largometraje, pero hay en él toda una reflexión acerca de la difícil, por no decir imposible, comprensión mutua entre las culturas africana y europea. Hay una frase, por ejemplo, bastante cristalina, cuando el padre adoptivo de Vanessa, la hija de Bella/Koumba, que es un enamorado de África, pero rechaza la idea de que su hija regrese con la madre biológica, afirma para justificar su actitud, cito de memoria: “Una cosa es África y otra, los africanos”. Un comentario en pantalla que provocó la carcajada del público en la sala.
Señalar
por último que morbayassa es el baile mediante el que Bella/Koumba piensa
agradecer el regreso de su hija, si lo consigue.
De alguna
manera, Virgem Margarida constituye
junto con A costa dos murmurios, ‘la
costa de los susurros’ (2004), de Margarida Cardoso, el binomio por excelencia
de películas inspiradas por la independencia de Mozambique, si bien en este
caso, quizá por tratarse de una producción portuguesa, se basa en los epígonos
de la colonia, mientras que Virgem
Margarida se desarrolla durante el primer año de vida del país
independiente.
Nos situamos,
pues, en Virgem Margarida, y ya desde
el comienzo se nos informa que está basada en hechos reales acaecidos en Mozambique
en 1975. Debemos recordar, por lo tanto, que, sin entrar en los pormenores de
la guerra civil que se desencadenó en ese momento, la independencia de
Mozambique colocó en el poder a Samora Moises Machella, del Frente de
Liberación Mozambiqueño (Frelimo), sustentado por la Unión Soviética y Cuba,
por lo que cabe inferir una fuerte orientación dialéctica de la cosa pública, y
es que, ¡qué difícil resulta a los países africanos caminar por sí mismos!
Cuando no les salen mentores de un tipo, le aparecen de otro.
La idea última
el limpiar las mentes de basura reaccionaria de esas mujeres, lo cual implica necesariamente,
un lavado de cerebro, para convertirlas en mujeres nuevas, sin un miligramo de
neuronas reaccionarias o colonialistas.
La película,
entonces, más que construir una trama en sí, nos va mostrando, las diferentes
fases de esa reeducación, como levantar una, digamos, ciudad en medio de la
selva, construir una carretera en idéntico contexto, además de recibir
instrucción militar y todo tipo de sandeces por el estilo. Sometidas a todo
tipo de privaciones alimentarias o higiénicas: algo tan sencillo como poseer
una pastilla jabón hace merecedora a una de estas mujeres de pasar un día
entero con su noche metida en un bidón de agua hasta el cuello.
Efectivamente, eso sucedió en la vida real en Mozambique en 1975, y mucho peor fue lo de Camboya también por aquella época, donde los jemeres rojos de Pol Pot despoblaron las ciudades para construir una especie de utopía rural, un proceso durante el cual exterminaron a una cuarta parte de la población en tan solo tres años, dado que los meros hechos de tener marcas de gafas en la parte superior de la nariz o las manos sin callos, te convertían en intelectual y, por ello, reo de muerte, tras someterte a varios meses de atroces tormentos.
En cuanto a la
cinta que nos ocupa, constituye Virgem
Margarida un largometraje coral femenino, donde destacan cuatro de ellas,
la ya mencionada Margarida, así como Susana, Lucía y Rosa, que se considera a
sí misma una puta de tercera y es la más levantisca de todas, lo que le vale,
entre otros, el sin duda pedagógico castigo de ser enterrada hasta el cuello. Otro castigo colectivo consiste en atarlas en aspa al suelo y obligarlas a mirar al sol, perfectamente uniformadas, eso sí.
De manera que, la mujer en África, concretamente en Guinea Conakry y en Mozambique, como botones de muestra del tormento social a que son sometidas las personas del sexo femenino en el continente vecino.
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