De ahí que,
ante un afán tan manifiestamente expositivo, algo hay también de las
narraciones de los griots en Zin'naariya!.
A nadie puede extrañar, entonces, que la fotografía, a cargo de Philippe Radoux-Bazzini, y el vestuario adquieran gran protagonismo en esta película, que discurre en imágenes de gran belleza, aunque su CV solo registra un premio: el Bi Kidude a la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Zanzíbar, un galardón que lleva el nombre de la famosa cantante tanzana de taarab.
Pero
también el acompañamiento musical es muy importante y audaz pues combina piezas
tradicionales interpretadas mediante instrumentos de cuerda y algunos de los
momentos más excelsos de la música clásica europea, como el Preludio número 1, de J. S. Bach, suites
para violonchelo, de este mismo autor, fragmentos de Madama Butterfly, de Puccini, pero sobre todo el «Ave Maria», del compositor
romántico francés Charles Gounod, que lo diseñó sobre dicho Preludio número 1 de Bach, y aparece en
los momentos más líricos de Zin'naariya!,
como no podía ser de otra manera.
Así,
la película de Keïta tiene sentido porque es una cinta coral donde las
personas viven de puertas para fuera, sin aspavientos, ni gritos por las
calles, ni «¡Agua
va!», sino en un
entorno que tiene algo de utopía adánica, siendo así que, como todas las
utopías, necesita estar aislada para no contaminarse. Por eso Tiyaa, que ha
conocido el placer de besarse en las calles de París, necesita un período de
adaptación para recuperar sus señas de identidad, del mismo modo que los
buceadores precisan sucesivas fases de descomprensión antes de regresar a la
superficie: no es rechazada por la comunidad, ya que en Zin'naariya! se elude el drama, según ya hemos comentado, pero es
menester que la joven recupere sus raíces en beneficio de todo el poblado.
Mucho
más peligroso para el mantenimiento de la situación se nos antojan determinadas
alusiones a lo peligrosos que se están poniendo los caminos o una escena en la
que vemos dos camiones de soldados en medio del desierto, armados hasta las
cejas.
Este
largometraje apela al regreso a un modo natural de vida, donde las personas, en
general, y las mujeres, en particular, puesto que los personajes masculinos son
testimoniales, recuperen el placer de volver a sentirse humanos.
No hay moralina,
ni se demoniza a nadie. Simplemente se muestra un modo de vida que las
sociedades del bienestar abandonamos hace muchos siglos, si es que alguna vez
llegamos a conocerlo.
Fco. Javier Rodríguez Barranco
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