O también podía haber titulado a esta crónica “La
realidad y el deseo en Viva”, pero
Luis Cernuda se me adelantó en unos ochenta años y hay que concederle a él todo
el mérito de ese nombre. Me cachis. El caso es que Viva (2015), de Paddy Breathnach, puesto que realmente se trata de
una producción irlandesa, aunque toda la acción se desarrolla en La Habana y
narra las experiencias de personajes cubanos, relata los esfuerzos de la vida
por abrirse camino incluso en las circunstancias más adversas.
¿Realismo social? Películas rodadas por el sentido del
deber. Bueno, pues ésa ha sido la tendencia generalizada de todo el, así
llamado, cine comprometido, que hunde sus raíces en la revolución bolchevique
desde que Lenin consideró al cine la primera de las artes y llega a cineastas
de nuestros días, muy conocidos dos pertenecientes al mundo anglosajón: el
estadounidense Oliver Stone y el escocés Ken Loach, si bien éste en La parte de los ángeles (2012) se
permite abrir el abanico hasta recursos tan eficaces como el humor.
Sí recuerdo gran número de películas cubanas muy críticas
con la situación de su país, como fue la cinematografía de Tomás Gutiérrez
Alea, muy recordado por Fresa y chocolate
(1993), en colaboración con Juan Carlos Toribio, un tándem creativo que se
repitió luego en Guantanamera (1995).
Igual de crítica es Melaza (2012), de
Carlos Lechuga, galardonada con la Biznaga de plata a la Mejor película en la
sección Territorio latinoamericano en el Festival de Málaga, Boleto al paraíso (2010), de Gerardo
Chijona, que fue nominada al Premio Goya a la Mejor película hispanoamericana,
basada en una historia real, o El acompañante (2015), de Pavel Giroud, galardonada con el Premio del público
en la Sección Territorio latinoamericano del Festival de Málaga. Por citar sólo
unos pocos ejemplos de películas que probablemente no han tenido ni tendrán
distribución en la isla caribeña.
Dentro de ese panorama se sitúa la película irlandesa,
pero esencialmente cubana, que ahora nos ocupa, Viva, que, como ya apunté al principio, plantea el viejo debate entre
la realidad y el deseo: el deseo que da la vida a Don Quijote, la realidad que
se la quita. Realidad de una ciudad en estado ruinoso, donde todavía es
necesaria la cartilla de racionamiento para conseguir arroz y frijoles, “¡Comida
de presos!”, según afirma Jorge Perugorría, donde hay que pedir prestadas
habitaciones para hacer el amor, el gran deporte nacional de Cuba, según afirma
Pavel Giroud, arriba mencionado, y el deseo de la vida por seguir adelante.
Ahora, bien, ¿qué lectura de la situación podemos hacer
cuando el deseo consiste en travestirse en un cabaret de ínfima calidad para
hacer payback sobre canciones de
Rosita Fornés o nuestra queridísima Massiel? Ésa es la vida que lucha en la
clandestinidad de una sociedad sin libertad de pensamiento. Ésa es la vida a la
que aspira Jesús, interpretado por Héctor Medina, que me parece muy digna, es
sólo que no goza de reconocimiento oficial, por decirlo de la manera más suave
posible.
En el otro extremo se sitúan actitudes intransigentes como
la de Ángel, el padre de Jesús, antiguo boxeador condenado a prisión por
asesinato, cuya degradación moral no es la individual de Robert de Niro en Toro salvaje (1980), de Martin Scorsese,
sino la colectiva de una sociedad anquilosada en medio de una especie de bucle
dialéctico. Al fin y al cabo, Ángel es también una víctima, como lo es Jesús, como lo fue Luis Cernuda.
Quiero destacar que el personaje de Ángel es el interpretado por
Jorge Perugorría, un pura sangre de la interpretación como lo es Robert de Niro
en ocasiones muy señaladas, y con asombrosa regularidad Jeremy Irons, Ricardo
Darín o el español José Luis Gómez. Creo que ésa es la categoría creativa a la
que habría que adscribir a Jorge, que llegó al público español precisamente gracias a Fresa y chocolate, como es de sobra conocido.
Pero si el padre se llama Ángel, el niño Jesús y la
película es una producción irlandesa, donde Breathnach seguro que recibió una
formación católica, ¿quién es la Virgen María en Viva, puesto que los Evangelios nos dicen que se quedó preñada por
la acción de un ángel? En el filme que nos ocupa, el personaje al que denominan “Mamá” es el
travesti veterano propietario del cabaret, pero dentro de esta dinámica de nombres
alusivos en clave mística, prefiero considerar a la propia Cuba como una
metáfora del santo vientre, puesto que en este largometraje la madre de Jesús
está muerta, lo mismo que sucede a la sociedad de la isla caribeña.
Aun así, la película de Breathnach es un poema de amor a
La Habana, que aparece observada a vista de pájaro en diferentes ocasiones y en
el bulle bulle de unas calles que antaño gozaron del esplendor de la limpieza.
Es decir, que el director irlandés no pretende cebarse con las carencias de un
país que da las boqueadas entre el racionamiento del Gobierno nacional y el
embargo impuesto por USA, sino buscar la belleza hasta en los rincones más
degradados físicamente. Muy significativa a ese respecto me parece otra frase
en boca de Ángel-Perugorría: “Este barrio es el más bello del mundo”, afirma
subido a una terraza desde donde sólo se ven escombros.
Hay también una cierta concesión al melodrama, pero los
elementos positivos de Viva me
parecen muy superiores a los reparos argumentales que podamos oponerle. En todo
caso, se trata de un melodrama muy tolerable, que roza, pero no penetra en lo
hollywoodiense.
Mencionar, por último, que dentro del drama narrado
quedan guiños al humor, lo que permite oxígeno en unas escenas impregnadas de
oscuridades, y la constante presencia de la lluvia, como metáfora, a mi modo de
ver, de la fugacidad, pero el agua es también el elemento de la vida, que es la
principal lectura de Viva.
Fco. Javier Rodríguez Barranco
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