Desde
luego es que los seguidores inquebrantables de Woody Allen vivimos con la
lengua fuera, porque no somos capaces de asimilar tanta película como el
neurótico director neoyorquino es capaz de gestar: un caso único de creatividad
en todo cuanto abarcan las artes, en general, y el Séptimo Arte, en particular.
Tan único como la ciudad en la que vive. Y lo peor es que cuando uno asiste al
estreno de un largometraje de Woody es como las estrellas que vemos en el
firmamento, pero que ya no están, sino que todavía nos llega su luz, aunque ya
hayan desaparecido, porque es obvio que el último filme es pasado para él y ya
está rodando el siguiente.
Nos
llega así, Irrational Man (2015), etiquetada
oficialmente como un thriller y que, de hecho, toma como base Extraños en un tren (1951), de Alfred
Hitchcock, como es de sobra conocido, escena en el parque de atracciones
incluida, en cuanto a la búsqueda del crimen perfecto por la falta de conexión
entre la víctima y el asesino y, por lo tanto, de móvil. Pero no es éste el
único guiño de la película de Woody a otras producciones clásicas, pues la
doble relación simultánea de Abe, el protagonista, interpretado por Joaquin
Phoenix, con Rita, una madura espléndida, y con Jill, una joven espléndida, ha
de recordarnos necesariamente a El graduado (1967), de Mike Nichols, recientemente fallecido; la voz en off en primera persona que articula las
acciones es un recurso propio del cine negro, magistralmente desarrollada (la
voz en off) en Perdición (1944), de Billy Wilder; y las películas de asesinatos en
un campus universitario son un clásico del cine norteamericano, del que tan
sólo quiero mencionar Malicia (1993),
de Harold Becker. El debate sobre el cianuro, pero sobre todo el arsénico y sus
cualidades letales se me antoja un guiño a la película de Frank Capra Arsénico por compasión (1944), uno de
los mayores ejemplos de humor negro de la historia del cine.
Como
también es un clásico, sobre todo en los thrillers, el planteamiento de la
acción como un desarrollo del conflicto entre Eros y Tánatos, pero aquí ya
observamos un primer sesgo de la originalidad de Woody, pues si lo habitual es
que Eros desemboque en Tánatos, en Irrational
Man Tánatos conduce a Eros. Volveremos sobre esta cuestión, porque ahora me
interesa destacar que no es la primera vez que un asesinato aparece en la
filmografía del realizador de Manhattan,
como es de sobra conocido en Misterioso asesinato en Manhattan (1993), con la desgarradora separación de Mia Farrow
todavía caliente, Delitos y faltas
(1989), en la trilogía londinense Match Point (2005), Scoop (2006) (inmortal,
por cierto, la frase: “Tu novio es un mentiroso y un asesino, dicho sea sin
ánimo de ofender”) y El sueño de Casandra
(2007), y seguro que me olvido de alguna.
Podríamos
considerar que en esas películas el asesinato se envuelve en un contexto de
humor, como en Scoop, Misterioso asesinato en Manhattan, un
análisis de la depravación humana, o lo que es aún peor: la aceptación social
de la depravación humana; como en El
sueño de Casandra; o una mezcla de humor y degradación, como en Delitos y faltas. Lo original en Irrational Man, es que el crimen se
impone como una condición para la vida, lo que resume en la frase: “Actuar en
vez de observar”. Ésa es la reflexión que desarrolla Woody en este filme,
arropado todo ello bajo el imperativo categórico de Kant: actuar correctamente
en cualquier circunstancia, puesto que la dinámica de la película gira
alrededor de la idea de matar a un juez corrupto para que la humanidad sea
infinitesimalmente mejor. Un asesino de moral kantiana es el de Juan Jacinto
Muñoz Rengel en su magnífica novela El
asesino hipocondríaco, una dolencia a la que no es ajeno el director
neoyorquino. Pero el planteamiento no es el mismo, y quizá Woody no ha leído
esa narración, puesto que en la obra del autor malagueño, lo kantiano consiste
en cumplir un encargo por un asesino a sueldo, mientras que en el largometraje
del neoyorquino, el asesinato es un deber ético para evitar que el juez
asesinado siga haciendo daño.
Como
ya sabemos, las mejores películas de Woody en su primera etapa, con Annie Hall (1977) a la cabeza, significan
el punto de encuentro de los grandes traumas del director: la muerte, el sexo,
la religión, el sentido de la vida. Recordemos por ejemplo el chiste con el que
se inicia Annie Hall: “En este
restaurante las raciones son verdaderamente malas. Sí, y además, son muy
pequeñas”, como una metáfora de la vida con la que todos estamos a disgusto,
pero nadie quiere que se acabe. Eso fue lo normal durante casi dos décadas en
la filmografía del director que estamos comentando, pero en Poderosa Afrodita (1995) se produce una
exégesis definitiva por la sencillez, lo que no es fácil en un director tan
complejo como Woody, pero a partir de entonces sí que observamos que los
planteamientos son menos trabados. Así, Un final made in Hollywood (2002) es una sátira de la industria sin arte del
cine, Medianoche en Paris (2011) es
una reflexión sobre el tiempo, A Roma con amor (2012) es una crítica de la estupidez social y, entre otros muchos
ejemplos, Melinda y Melinda (2004) es
una puesta en escena de la dualidad esencial del ser humano.
Pues
bien, en Irrational Man Woody vuelve
a conjugar varios de sus elementos favoritos: el judaísmo en las referencias a
Anna Frank o en el nombre del protagonista: Abe Lucas, de donde Abe viene de
Abraham, gran protagonista del Antiguo Testamento, y Lucas es uno de los
evangelistas, cristiano, pero de origen étnico judío; la satisfacción sexual;
la muerte, por supuesto; y el sentido de la vida: ¿habrá algo más
existencialista que un profesor universitario de Filosofía que se atasca en un
ensayo sobre Heidegger?
Tánatos
conduce a Eros mediante una pirueta conceptual marca de la casa, según
comentábamos más arriba y que no vamos a desbrozar más ahora, pero lo
interesante es que no necesitamos saber quién es el asesino: desde los primeros
compases del filme lo sabemos y además le vemos actuar y preparar su crimen, lo
cual es algo que también sucede habitualmente en las películas de Alfred
Hitchcock, o en Crimen y Castigo de
Dostoievski, un libro que se cita en la película de Allen, donde ni siquiera se
ve actuar a la policía, sino que conocemos sus pasos por las conversaciones
entre los personajes: en todos esos casos lo que verdaderamente importa es el
entramado ideológico que rodea al crimen: las motivaciones psicológicas del
asesino y cómo se recibe la noticia entre los demás intervinientes en la
acción.
Ahora bien,
¿hasta qué punto el asesinato del juez es un deicidio? No hay demasiados
elementos en la película para responder de manera satisfactoria a esa pregunta,
pero en esta producción dicho personaje, con hábitos semanales muy definidos,
se nos muestra como un juez omnipotente e injusto, sin el cual la vida es mejor
y todo ello se parece bastante a la idea que de Dios tiene el realizador
norteamericano. En otro cineasta contestaría negativamente a esa cuestión. En
el filme que nos ocupa me limito a dejarlo planteado. Además el juez es
envenenado en sábado, el día sagrado para los judíos. Igual hay más elementos de los que pensábamos en un prinicipio que apuntalan la idea de que Irrational Man es realmente la crónica de un deicidio con su planteamiento, su nudo y su desenlace. No sé, ya digo, pero puestos a fantasear, me permito conjeturar que esa posibilidad
estuvo en la mente de Woody y le hizo sonreír.
Pasemos así a otras consideraciones y es que decía
Paco Umbral a finales de los ochenta, cuando en España empezaba a afianzarse la
novela negra (Vázquez Montalbán, Muñoz Molina), que la principal diferencia
entre una buena novela y otra mala es que en ésta estamos deseando llegar al
final para que se desvele el culpable y que es esa expectativa la que nos hace
disfrutar, mientras que en una buena novela no necesitamos semejante incertidumbre,
sino que se experimenta un placer estético en cada una de sus páginas. Eso es
exactamente lo que sucede en este largometraje de Woody Allen, que se disfruta
de cada fotograma sin necesidad de llegar al final.
Pero
no quiero cerrar esta reseña sin hacer una mención de los dos principales
protagonistas: Emma Stone, que supera en matices con creces el papel de vidente
que interpreta en Magia a la luz de la luna (2014), y sobre todo Joaquin Phoenix, quien parece sentirse
especialmente cómodo en personajes que se sitúan más allá de las coordenadas
lógicas, como en El bosque (2004), En la cuerda floja (2005), donde da vida
a Johnny Cash, El maestro (2012) o Puro vicio (2014).
Francisco Javier Rodríguez Barranco
Después de leer este post. Lo siguiente que haré será ver la película. Esta reseña debe ser un reflejo del film. Como las buenas novelas, se lee por el mero placer estético que proporciona, no hace falta llegar al final para descubrir al culpable( decía Paco Umbral ).
ResponderEliminarMuchas gracias, marijose. A mí me ha fascinado. Es una película con muchas posibilidades de interpretación y estoy seguro de que a mí se me escapan unas cuantas. A disfrutar.
ResponderEliminarEvolución del hastío eistencial de Schopenhauer al vitalismo nietzschiano en el protagonista, hombre activo que-en ese objetivo que se marca- juega a ser dios y el azar le castiga; un Raskolnikov actual: no pena por ninguna culpa, el nihilismo y la pasión por vivir le dominan; a recordar frases de los "Karamazov": "Todo hombre consciente de la verdad tiene derecho a a reglamentar su vida como le plazca, ajustándola a los nuevos principios ¿Por qué se tiene remordimientos? Por costumbre, una costumbre que tiene la humanidad desde hace 7.000 años. Librémonos de esa costumbre y seremos dioses." Y en especial ésta, que aparece en "El tercer hombre": y afirma Line a su amigo Martins "Mira ahí abajo –prosiguió señalando a través de la ventana a la gente que se movía como moscas negras en la base de la noria. ¿De verdad podrías sentir lástima si una de esas manchas dejara de moverse para siempre? Hombre, si te dijera que podías conseguir veinte mil libras por cada mancha que se detuviera, ¿de verdad me dirías que me quedara con mi dinero, sin una vacilación? ¿O calcularías de cuántas manchas podías prescindir sin problemas? Libres de impuestos, oye. Libres de impuestos." Nihilismo, en estado puro. Por cierto, gran crítica de una película interesante.
ResponderEliminar"Existencial", quiero decir. Maldito teclado.
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