Tráiler oficial
La primera película sonora fue El cantor de Jazz (1927), de Alan
Crosland, y la primera entrega de los Oscar tuvo lugar el 16 de mayo de 1929:
con esos antecedentes tan próximos, no es de extrañar que la década de los
treinta fuera la de la consolidación del cine como industria. Pues bien, es
precisamente a la década de los treinta en Hollywood adonde nos traslada Woody
Allen en su película de 2016 Café Society.
La
década de los treinta en Hollywood vio también la llegada a la meca del cine de
dramaturgos españoles de la talla de José López Rubio y Enrique Jardiel Poncela
para ejercer labores de guionistas en español.
De
su etapa hollywoodiense nos dejó Jardiel una serie de aforismos que han sido
recogidos por su nieto Enrique Gallud Jardiel en El cine de Jardiel Poncela, publicado a finales de 2015 por
Ediciones Azimut. Veamos algunos de esas opiniones en frases cortas, según
aparecen en este libro:
en hollywood...
En Hollywood, todo el mundo viste como quiere, y no
hay opinión ajena.
horario
En Hollywood se trasnocha como en Madrid y se
madruga como en Burgos.
trabajo y descanso
En Hollywood trabaja todo el mundo y todo el mundo
parece no hacer nada.
el amor
En Hollywood el amor es gratuito.
monumentos
En Hollywood no se alzan más que dos monumentos: el
uno, que representa un ángel de pie, inmortaliza a Rodolfo Valentino, y el
otro, que figura un guerrero a caballo, es el anuncio de una farmacia.
urbanización
En Hollywood hacen calles nuevas todos los días y,
cuando os invitan a una fiesta en alguna casa particular, los anfitriones se
ven obligados a enviaros, además de la invitación y de las señas, un plano a
lápiz del sitio donde está emplazado el edificio.
Particularmente interesante, a mi modo de ver, esta
última cita, puesto que la película que nos ocupa se inicia, precisamente, con
una fiesta en Hollywood.
Dicho lo cual, vamos a lo
que vamos, es decir, Café Society,
donde Woody Allen nos ofrece una historia de folletín: chico conoce a chica y
se enamora de ella, pero chica está enamorada de un hombre casado, que además
es su jefe. ¿Una historia de folletín? Hmmmmm, quizá necesitemos un segundo
visionado de este filme, porque en él, tenemos las grandes obsesiones del
cineasta neoyorquino: el amor, el sexo, el judaísmo, la muerte, que son algo
así como sus dobles parejas preferidas, si hablamos en términos generales.
Y si hablamos en términos
particulares, observamos en Café Society
la parodia de la frivolidad hollywoodiense, como en Hollywood Ending (2002): todo el supuesto glamour se fue al garete el día que Peg Entwistle se suicidó en
1932 cuando tenía 24 años arrojándose desde la letra H de HOLLYWOOD en la
famosa colina. Comprobamos también en Café
Society relaciones matrimoniales cruzadas, como en Maridos y mujeres (1992). En Café
Society se da también la duda acerca de si la chica de la que me estoy
enamorando milita en el mismo partido que yo, una broma que recuerda otra
similar de Todo lo demás (2003). En Café Society aprece una historia
gansteril, como en Balas sobre Broadway
(1994), si bien en este caso con mucho mejor desarrollo.
En Café Society se recuerda la infancia en
un barrio periférico de Nueva York, como en Días de radio (1987). En Café Society
se rechaza la prostitución de modo parecido a como ya se hiciera en Poderosa Afrodita (1995). En Café Society se compara el judaísmo con
el cristianismo, como sucediera previamente en Hannah y sus hermanas (1986). En Café Society se observa Manhattan con mirada poética exactamente
igual que en Manhattan (1979),
incluso hay un mínimo momento George Gershwin. En Café Society se sufre el mismo espanto por el paso del tiempo,
simbolizado en una fiesta de Nochevieja, que en Si la cosa funciona (2009). Pocas veces ha utilizado Woody Allen un
alter ego tan similar a sí mismo,
como en Café Society. Y bueno, seguro
que se me han escapado otras muchas referencias a películas previas, pero creo
que las anteriores son suficientes para que nos replanteemos la pregunta
anterior: ¿Verdaderamente es Café Society
una película de folletín?
Es Woody Allen, en
definitiva, quien se nos muestra tal cual es, con mayor sinceridad que nunca,
con mayor claridad que nunca. Y por ello, no me parece ocioso que la acción de
gran parte de la película se desarrolle en Hollywood, uno de los ecosistemas
menos valorados por el director de Manhattan: porque necesita una perspectiva
desde la que observarse a sí mismo. Por eso no me parece fútil que lo que no
sucede en Hollywood acontezca en Nueva York: porque Woody necesita también
reconocerse a sí mismo.
Con todo, hemos de convenir,
que todas las referencias a películas previas del mismo autor que hemos
enumerado más arriba están bastante más deslavazadas de lo que estamos
acostumbrados con este creador. Falta algo así como la lechada que los
albañiles ponen a los azulejos para que el conjunto sea más coherente y no
parezca el resultado final algo así como un goteo de posibilidades que no
terminan de constituir un todo armónico.
Y como soy de la opinión de
que escribo reseñas de cine para destacar lo que me gusta de los largometrajes,
quiero finalizar ésta con lo que para mí es el principal logro de Café Society: el desdoblamiento o la
dualidad de posibilidades, muy evidente en Melinda y Melinda (2004), pero es que en Café
Society las dos protagonistas femeninas se llaman igual: Verónica,
familiarmente Vonnie una de las dos.
Además de lo anterior, la
estética de la dualidad podemos observarla en los dos lugares básicos: Nueva York y Hollywood; la doble del productor casado, interpretado por Steve
Carrell; los dos amores de Vonnie y los dos de Bobby, el protagonista masculino;
los dos contextos esenciales de la acción: el familiar y el gansteril; y la
gran mentira de la fábrica de sueños, donde el glamour es el maquillaje de crueldad.
Constituye Café Society, por lo tanto, como un
diagrama con dos coordenadas sobre las que se van colocando cada uno de los
grandes temas de Woody Allen, lo que obviamente le incluye a él mismo.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
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