jueves, 11 de agosto de 2016

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE MAO EN "REGRESO A CASA"








 
 
            Moscú no cree en las lágrimas, ¿recordamos la película soviética de Vladimir Menshov, ganadora del Oscar a la Mejor película en habla no inglesa en 1980? Bueno, pues parece que Pekín tampoco, al menos en la China de la Revolución Cultural de Mao, según presenciamos en Regreso a casa (2014), de Zhang Yimou. Al fin y al cabo los sentimientos son una debilidad burguesa. Basurilla. Un ente disoluto y deleznable.


             ¿Que qué fue la Revolución Cultural de Mao? Nada tan fácil como volver a ver la ampliamente galardonada ¡Vivir! (1994), del mismo Zhang Yimou, un director que se ha erigido como azote de los totalitarismos, en general, y del chino, en particular, cuya relación con la actriz Gong Li, habitual en sus filmes, tampoco fue del agrado del colectivismo hegeliano. De esta película mencionaremos sólo el Premio BAFTA a la Mejor película en habla no inglesa y el Premio del Jurado en Cannes.

            Y es así como se nos plantea Regreso a casa: la insignificancia de la persona en el bucle de la ética maoísta y el esfuerzo baldío de implorar un mínimo de humanidad.  
         

Pero cuando se persigue lo inalcanzable se desarrolla la melancolía, o las enfermedades mentales, si se prefiere un término más clínico, que es exactamente lo que le sucede a Wanyu, el personaje de Gong Li en el largometraje de Yimou: el amor de una mujer frente a todo el aparato del Partido Comunista Chino. No estropeo el final de la película al desvelar lo anterior, puesto que lo que verdaderamente importa en este filme es comprobar hasta qué punto la sociedad puede destruir al individuo y las diferentes fases de esa destrucción es lo que se muestra en esta producción.

En El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, Florentino Ariza le confiesa a Fermina Daza: “he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetir una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre”; y ésa es la espera en que se halla el personaje interpretado por Chen Daoming, Lu Yanshi, represaliado al desierto del Gobi por cuestiones ideológicas: que su mujer, la profesora Wanyu, recupere la razón. También, como en la novela del escritor colombiano recién mencionado, el protagonista masculino escribe infinitud de cartas, que no llegan a la mujer en su momento.


Otra novela de García Márquez con la que podemos establecer una relación es El coronel no tiene quien le escriba, donde el coronel Buendía espera inútilmente una carta del gobierno. En la película de Yimou, Wanyu no recibe la correspondencia de su marido mientras todavía conserva la lucidez, y la única carta que le llega, aunque con un cierto retraso, es la que le anuncia una llegada que para ella será invisible a pesar de que un mes detrás de otro se dirige a la estación de tren. En El coronel no tiene quien le escriba, la ansiada carta no llega desde un punto de vista objetivo, en Regreso a casa, el marido no llega desde un punto de vista psicológico, pero en el fondo es lo mismo: un anhelo insatisfecho en una sociedad que no da la talla.

En el Paraíso de los valores absolutos, un poquito de relatividad moral, por favor, que eso no significa traicionar ideales solidarios ni ser enemigo del pueblo, ni nada por el estilo. Recordemos, simplemente que la mínima pieza de todo el entramado social no es la familia, según se ha afirmado reiteradamente, sino el hombre, y por lo tanto es a la persona a lo que debemos mimar. Para hacer buenos cestos necesitamos buenos mimbres, según recuerda la sabiduría popular, y por ello, nunca conseguiremos sociedades sanas sobre las emociones castradas.

            Y no pretendo ser original al respecto, dado que así lo defendió David Hume, uno de los pilares del empirismo británico, en el siglo XVIII, cuando comprobó que todavía carecíamos de una teoría convincente de la ética después de los dos mil años transcurridos desde Sócrates hasta la centuria de las luces. De ahí que propusiera una ética de las emociones, es decir, un planteamiento según el cual, lo bueno, lo malo o lo regular dependía del nivel de rechazo afectivo que nos inspiraran las diferentes situaciones, lo que equivalía a relativizar los juicios morales y debería haber constituido una andanada bajo la línea de flotación de las opiniones cristalizadas. Lamentablemente, en un número demasiado extenso de sociedades no ha sido así, sino que predominan o han predominado hasta hace muy poco los fundamentalismos ortodoxos.


 ¿Qué hacer ante la sinrazón dominante? La propuesta de Yimou es bastante clara: ante la barbarie, delicadeza, que es el valor que predomina en Regreso a casa, una exquisita pieza de empatía humana construida sobre una banda sonora en la que predominan los sencillos acordes de un piano solo.

Francisco Javier Rodríguez Barranco

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