¿Masculino singular? ¿Lola Clavero? ¿268 páginas? Pero,
¿qué se ha creído esta impertinente chiquilla? ¿Que se pueden escribir casi
trescientas páginas sobre los hombres? ¿Una mujer? ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¿Qué
será lo siguiente? ¿Ver un cocinero explicando recetas en la tele? ¿Que la
Selección Nacional de Baloncesto Femenino llegue a la Final de los Juegos
Olímpicos de Río de Janeiro? Por favor. Porque, vamos a ver, amables personas
que leéis estas líneas, que la narrativa femenina ha discurrido siempre sobre
personajes femeninos. ¿Quiénes son las protagonistas de Carmen Martín Gaite,
Soledad Puértolas, Rosa Montero, etcétera, etcétera, etcétera? Mujeres,
¿verdad? Pues por algo será. Cada mochuelo a su olivo, ¿o no? Claro que no debe
hacerlo tan mal Lola Clavero, ahora que lo pienso, cuando gran parte de los
relatos contenidos en su libro Masculino
singular han sido galardonados o han sido finalistas en algunos de los más
prestigiosos concursos literarios en lengua española.
Desde un punto de vista meramente formal, Masculino singular se compone de seis
secciones con un total de veinticinco relatos hasta alcanzar las 268 páginas
que mencionábamos más arriba todo ello para penetrar refinadamente en el alma
de este ser vivo que deambula por el globo terráqueo como un fantasmón
desubicado. Porque si uno va a Etiopía, lo que se encuentra son los restos
óseos del primer homínido conocido, que casualmente es una mujer, con o sin diamantes,
y esto debe tener alguna explicación racional, puesto que si el pasado es mujer
y el futuro también, según mantenía Marco Ferreri en su película de 1984, con
una inconmensurable Hanna Schygulla, ¿qué nos queda? Ya lo decíamos antes: una
colección de muñecos de trapo desorientados en el presente.
Para ello, Clavero nos enfrenta a una galería de
personajes, que van desde un decadente Octavio Augusto a un actor porno, de un
cura pillín pillín a un escritor rural, dentro, a mi entender, de dos coordenadas
básicas, como los dos grandes ejes de la geometría euclidiana: el parapeto de
la vida y las semblanzas.
Abordemos el primero de ellos, dado que lo que en este
libro nos encontramos, aunque quizá no tan claro en los dos primeros de los
contenidos en esa obra, es decir, “Lo que Dios ha unido que no lo separe el
hombre” y “Gemelos”, en los que predominan los pasajes factuales, son
personajes que se asoman al vértigo de la vida desde una posición marcadamente
contemplativa, como si de ese cúmulo de reflexiones aspiraran a encontrar
alguna explicación convincente a su encrucijada. Muy evidente se nos antoja en
el cuento titulado “De bar en peor”, donde el poeta protagonista medita lo
siguiente, ante la evidente desatención con que le honran las tías buenas de
los antros: “los poetas están solos, como tienen que estar, mirando la vida
alrededor, marginados, incomprendidos”.
Recordamos
el mítico disco de Stevie Wonder, ¿verdad? Songs
In the Key of Life, Canciones en la
llave de la vida, si lo traducimos literalmente a la lengua de Cervantes, o
‘al inicio de la vida’ podría ser también una traducción aceptable. Bueno, pues
el planteamiento de los relatos de Clavero es bastante subversivo a ese
respecto, puesto que lo que esta escritora nos ofrece es un desfile de
actitudes por nacer. Sujetos en fase larvaria dentro de su desarrollo personal.
Espíritus atónitos. Inéditos.
Nos hallamos, pues, ante un yo testigo de su
circunstancia y descubrimos, por ello, el conocido planteamiento orteguiano
reforzado con argumentos propios de este filósofo. ¡Cuánto hay de El espectador en Masculino singular! Humanoides ateridos agazapados tras sus
recuerdos como estrategia única en su manifiesta impotencia.
Pero no hay rebelión en estos personajes, ni individual
ni colectiva, descartando así otra de las conocidas obras del filósofo recién
aludido. Apenas observación. Probablemente curiosidad. “El hombre inconcluso”,
sin ir más lejos, Primer premio del XVIII Certamen Internacional de Relatos
convocado por la Fundación “Gaceta de Salamanca” (2013), refleja con total
agudeza, pero sin dramatismo, más bien todo lo contario, con aceptación plena
de causa, las tribulaciones de un escritor quien considera que las personas
como él “nacemos para huir. Eso no nos hace mejores ni peores; somos así”.
El caso del arriba mencionado Octavio Augusto va un paso
más allá habida cuenta de que la evocación de los acontecimientos que rodearon
su envenenamiento se produce desde un momento post mortem cuando el primer emperador era todavía un moriturus. Y es ésta la semblanza más
trágica, pero lo característico de este conjunto de relatos es que cuando el
sujeto analizado decide avanzar desde su zozobra mental al mundo de las
relaciones humanas, es decir, cuando acomete el desafío ontológico de pasar de
objeto a sujeto los finales se desencadenan de manera totalmente inesperada y
que, por lo tanto, no voy yo a desvelar en estas líneas.
Y mencionamos un par de párrafos más arriba que el
segundo gran eje desde el que nos podemos acercar a Masculino singular es el de las semblanzas, semblanzas de vida, en
definitiva, porque los cuentos que Clavero nos ofrece no son episodios mínimos
o meramente concretos, como pudiera ser, por ejemplo, gran parte de la
narrativa de Cortázar. Recordemos, entre otros muchos, por ejemplo, “No culpen
a nadie”, donde toda la narración trata sólo de una persona que se pone un pullover, un jersey de cuello alto,
vaya, o “La ovación”, que consiste exactamente en eso: en un momento de éxtasis
colectivo. Sin embargo, lo que la escritora malagueña nos ofrece son las vidas
concentradas de los personajes, lo cual, con arreglo a mi personal punto de
vista, me parece una apuesta arriesgada sobre una de las dos grandes
posibilidades que permite la cuentística, que ha de optar entre lo sincrónico,
como en el caso de Cortázar, quizá también el mío, con la natural modestia que
me caracteriza, por supuesto, o lo diacrónico, según prefiere Clavero y
acomete, además, con gran maestría.
La picaresca sacerdotal, que mencionábamos también más
arriba y se describe en “Una experiencia religiosa”, contiene toda una sucesión
de experiencias personales que arranca con las monjas clarisas de Ávila, pasa
por la guardia civil de tráfico en Almagro y desemboca donde yo no debo desvelar:
un auténtico rosario, aprovechando el contexto eclesiástico, de etapas vitales.
Todo lo cual me parece un buen compendio del libro que estamos considerando,
donde los protagonistas se asoman a su propia vida, en particular, o a la vida,
en general, como si observaran el humano devenir tras un parapeto existencial:
el parapeto de sus propios pensamientos.
Francisco Javier Rodríguez Barranco
Muchas gracias, Javier. Esta reseña es un lujo imperial!!!!!
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