Título: Majaderos ilustres. Biografías cómicas
Autor: Enrique Gallud Jardiel
Ediciones Azimut
Año de edición: 2015
210 páginas
Dijo Hegel —ese señor desconocido que parece que
tiene la culpa de todo lo que le pasa al mundo— que lo que la historia nos
enseña es que nunca aprendemos nada de la historia. Y así es. ¡Seamos sinceros,
señores! ¡Dejémonos de mandangas! La historia es algo que nunca sucedió contado
por uno que no estaba allí, por lo que lo único que nos queda son versiones
inventadas, rumores y cotilleos.
¿Cómo venerar una cosa así? Hemos de perderle el
respeto al pasado y yo empezaré a hacerlo con una frase lapidaria que espero
que llegue a las antologías: «Si nuestro pasado no hubiese sido tan
cochambroso, nuestro presente no sería tan pigre». Yo hubiera
querido emplear palabras más sublimes para mi gran frase, pero la historia, tal
y como la conocemos, ¡créanme, queridos lectores!, no se las merece.
La historia no es sino un compendio de porquerías:
príncipes que apuñalan en el hígado a sus padres para ocupar su trono,
ejércitos que les zurran de lo lindo a otros ejércitos por un quítame allá esas
planicies, soldados blancos que esclavizan a negros, guerreros negros que se
comen a blancos, casacas rojas que colonizan a indios, camisas marrones que
invaden a vecinos, yihadistas verdes que atacan a occidentales, jemeres rojos
que exterminan a compatriotas, kamikazes amarillos que se llevan por delante al
que pillan, cascos azules que sacuden a todo quisque: toda una parafernalia de
colores sangrientos.
Y, junto a ello, los cotilleos secretos de los
famosos, que es, en definitiva, lo que hace que la biografía
sea un género que nunca se pasa de moda, porque a la gente le sigue gustando
enterarse de los pormenores de la vida de los cretinos y goza leyendo los detalles inanes y las anécdotas estúpidas, como
éstas que detallo a continuación:
- Lord Byron tenía la
cabeza muy grande, pero lo disimulaba con un peinado rarito.
- Napoleón gastaba en
casa zapatillas de lona.
- A Alejandro Magno no le
gustaba la sopa de fideos finos. Se la comía, pero no le gustaba.
- Todos los amantes de
Madame Du Barry eran zurdos.
- Nicolás Salmerón, pese
a las calumnias de sus enemigos monárquicos, nunca se tiñó el bigote.
- John Ford no era
tuerto: sólo se ponía el parche en el ojo para fardar.
- Aunque presumía de que
sí, Adolfo Hitler no sabía tocar el acordeón.
- Diana de Poitiers hacía
trampas cuando jugaba al parchís.
- Moisés, cuando se
cansaba de escribir la historia de su pueblo, le dictaba a su secretario,
pero luego tenía que corregirle todas las comas.
- La cuñada de Confucio
le robó a su vecina un conejo con tres orejas que luego fue la admiración
de su tiempo.
- Walt Disney no está crionizado, porque no le llegó el presupuesto.
- Pitágoras fue el
inventor de las pinzas para tender la ropa, pero no se preocupó de hacerlo
saber, porque las matemáticas le parecían más importantes.
- Lorenzo de Medici
estuvo en Mallorca de luna de miel, pero tuvo que interrumpirla para
ocuparse de asuntos de estado.
- Leibniz era un poco bizco, pero en cambio le salían riquísimos los bizcochos.
De ahí la necesidad de darle un
repaso a la historia universal, como si le historia universal fuera una lección
de matemáticas la noche antes de un examen. Por ello voy aquí a sacudir
terremóticamente los pedestales de todas esas figuras que la tradición ha encumbrado
como los hombres más destacados del pasado, haciendo uso de mis
inconmensurables y enciclopédicos conocimientos históricos sobre todo lo
acaecido desde la noche de los tiempos, empleando mi superior e inimitable
estilo literario y haciendo gala de la gran modestia que me caracteriza.
(N.B.—Como no es cosa de contarlo todo, porque
entonces el libro sería muy gordo y costaría tanto que no lo compraría ni mi
tía Charito, que me quiere un montón, me limitaré a dar unas cuantas pinceladas
sobre cada uno de los biografiados, alternando los géneros empleados en pro de
variedad).
(OTRA NOTA.—No sé por qué es
costumbre de que las notas explicativas vayan precedidas por las siglas N.B.,
que significan «Nota buena». Si pones una
nota, es porque crees que es buena, si no, no la pondrías. Y si la nota es
mala, es mucho mejor no ponerla en absoluto. ¿No les parece a ustedes?)
Enrique Gallud Jardiel