Definitivamente, pocas cosas se me ocurren más desastrosas para una sociedad como una guerra civil, sobre todo si se desarrolla durante un período tan largo como los diecisiete años que van desde el derrocamiento de Haile Selassie en 1974 y el final del régimen comunista de Mengistu en 1991, poniendo fin a la República Democrática Popular de Etiopía. La verdad es que uno se pregunta cómo es posible que un país como Etiopía con una hambruna en la región de Tigray, pero sobre todo en la de Wolo, cuando se calcula que murieron por este motivo entre 40.000 y 80.000 personas de 1972 a 1974, pueda soportar una guerra civil durante casi dos décadas. Deben ser cosas de la macroeconomía que se nos escapan a los profanos.
Y lo que viene a relatar este filme es esa situación en que los jóvenes varones de más de quince años eran alistados contra su voluntad para las Fuerzas Armadas, lo que viene a ser un secuestro contra toda regla.
Es
Mina quien nos interesa y es a quien vamos a seguir en los siguientes párrafos,
de la misma manera que hace la cámara, constantemente interesada en los
movimientos de esta niña.
Para
ello vamos a utilizar algunos conceptos cinematográficos básicos, que nos
ayudarán a mejor comprender esta película y por qué se trata de una cinta que
ha cosechado tantos premios.
MOVIMIENTO: Básicamente es esto lo que diferencia una película de una fotografía. De ahí que el modo en que cada realizador/-a presenta ese movimiento sea esencial. Hemos de comenzar en La higuera por las escenas iniciales en que vemos a Mina cortando leña y cargando luego con ella atravesada a la espalda, como si fueran las alas de un ángel, pero que, por desgracia, es una imagen muy habitual entre las niñas etíopes.
Podríamos profundizar nuestro
análisis al comprobar que Mina es como la cámara que recogiendo cada una de las
situaciones. Es un personaje que observa y transmite sus observaciones al
público, convirtiéndose ella en un espectador más, una experiencia por la que
probablemente pasó Aalam-Warqe Davidian, pues tenía unos diez años cuando se
refugió en Israel: no es hasta el último cuarto de hora de esta producción, más
o menos, cuando Mina toma decididamente las riendas de la situación. O intenta
tomarlas. Pero en dos ocasiones durante el primer cuarto de hora, más o menos,
preguntan a la preadolescente si se le ha comido la lengua el gato
(literalmente de los subtítulos). Además, cuando le llama su madre, por
ejemplo, desde Israel, sus respuestas son agónicas y le falta tiempo para
colgar discretamente el auricular.
Otro movimiento interesante es el
de un militar que ha perdido las piernas y se aleja caminando con los brazos,
utilizando dos piezas de madera una en cada mano. Sentados nosotros en nuestra
butaca y escondida Mina de pie en la película vemos como este personaje se
aleja hasta que cae exhausto y la vida en las calles del poblado continúa como
si tal cosa.
El último movimiento que quiero
mencionar viene con spoiler, por lo
que ruego a los lectores más pudorosos que se salten este párrafo. Es la escena
final, tiene lugar por la noche y vemos a los camiones militares que se alejan
llevando a Eli esposado.
PRESENTACIÓN DE LOS PERSONAJES: Ya hemos mencionado cómo aparece Mina en la primerísima escena, pero considero muy creativa la manera en que aparece Eli. Tras soltar Mina el pesado fardo de leña, se sube a la higuera que da título al filme (durante la película sabremos que “Higuera” es también el nombre de la casa donde vive Mina con su abuela y su hermano).
Desde ahí, Mina y los espectadores vemos alguien con una camiseta roja cogiendo agua en el río y poco después, cotejamos que esa camiseta roja pertenece a un chico que se acerca subrepticiamente a Mina, esta echa a correr, el chico la persigue, la da alcance y la tira al suelo en la posición característica de las violaciones. Acto seguido, los dos jóvenes descansan y ríen: no ha sido más que un juego, pero me parece una opción muy original de introducir al personaje masculino.
Otro encuadre interesante es el de dos actores, Mina y el militar sin piernas, que ocupan toda la pantalla en un momento dado, pero no se miran, sino que se apoyan espalda contra espalda: no tardamos en comprender que de otro modo el soldado mutilado se caería. Pero esa situación me permite otra reflexión y es la de que en la película que comentamos a continuación, es decir, Alma mater, no se ven escenas bélicas, porque está concebida para mostrar la guerra por dentro, pero sí se ve alguna acción armada, algo de lo que carece La higuera, donde, al igual que en los cuadros de Goya, los estragos de la guerra se muestran mediante las amputaciones y desgarros en las personas.
Por
fin, otro encuadre singular es cuando Mina le pide a Eli que hagan “la cosa”
(literalmente de los subtítulos). La idea es que, como ya sabemos, tras una
penetración, forzada o involuntaria, en Etiopía deviene el matrimonio y lo que
busca Mina es utilizar esa mentalidad paleolítica para forzar una boda con Eli
y que pueda huir con ella a Israel. Pues bien, la imagen es horizontal (a día
de hoy las pantallas de los cines son horizontales, aunque todo se andará),
pero la cámara gira noventa grados para que la chica, que está tendida en el
suelo, se vea en vertical, totalmente a la izquierda del plano. Eso permite que
la atención del espectador se concentre en la expresión de la joven: no vemos
cómo se desnuda, de hecho, tan solo intuimos por un ligero movimiento de
hombros que se quita las bragas, pero ella sigue con su ropa en el cuerpo,
porque eso es lo que le interesa a la directora: captar las sutilezas gestuales
de Mina.
ESCENARIO: La acción transcurre en muy diferentes contextos (diferentes viviendas, la escuela en diversas aulas, las calles, etcétera), pero hay uno por encima de todos: sí, efectivamente, la higuera, que se configura como el espacio para los juegos de los dos chicos, un lugar a salvo de toda persecución, y una esquinita del cielo, que no del infierno, según opina Eli en una ocasión. En cualquiera de los otros lugares siempre hay margen para el sufrimiento. La higuera, en cambio, es una plasmación de la felicidad.
Fco. Javier Rodríguez Barranco